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SER LLAMADO "HIJO DE DIOS"
En 1917, el rey Jorge V de Inglaterra instituyó un título honorífico para los civiles y militares, que no pertenecían a la familia real. Se trataba de un reconocimiento para todos aquellos que hicieron algo significativo para Gran Bretaña, ya sea dentro del campo de la ciencia, artes, política, deportes o literatura . A lo largo de los años han sido mucho los ingleses condecorados con esta orden dándoles el título de “Sir” (abreviatura de señor en inglés británico)
Estas son algunas de las personas que han recibido esta condecoración: el científico Isaac Newton, el actor y comediante Charles Chaplin, el cineasta Alfred Hitchcock, la actriz Judi Dench, el político y escritor Winston Churchill, el entrenador de futbol Alex Ferguson entre otros. Sin duda alguna hemos escuchado estos nombres en repetidas oportunidades.
En Inglaterra no muchos pueden presumir de haber sido condecorados con este título. Los que sí lo fueron, tienen el privilegio de que sus nombres aparezcan en los libros de la corte suprema de este país y la gente los admira y reconoce, pues han colocado en alto el nombre de su nación.
Curiosamente sucede algo similar en el Reino de Dios.
1 Juan 3:1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.
“Hijos de Dios”, para ser nombrados de esta manera y pertenecer a la familia del reino de Dios, no tuvimos que hacer nada, Jesús hizo todo lo que se debía hacer en la cruz del calvario, para que todo aquel que lo acepte como Señor y Salvador forme parte de su Reino. Ahora, el hecho de ser algo gratuito no le resta importancia, en realidad este título de "hijos de Dios" era tan imposible de alcanzar que solamente lo podíamos obtener a modo de regalo.
Contrario a otros títulos que son ostentados para denotar una posición superior en comparación a otros, este debe ser en nosotros un recordatorio de la misericordia de Dios en nuestras vidas. Que sin buscarlo Él fue quien nos encontró, nos salvó, nos restauró y nos prepara para ver la Gloria de su Reino.
1 Pedro 2:9 Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
No existe ningún otro título que sea dado a los hombres que pueda infundir un cambio tan profundo en una vida. Que sea completo, eterno, gratuito y todo hecho por alguien más y no por uno mismo, es definitivamente un título incomparable.
Es verdad que ser hijo de Dios no nos libra de la aflicción, pero si es un recordatorio de que Jesús no nos ha dejado y siempre nos sustentará con la diestra de la justicia de su amor.
Cuidemos con honor y responsabilidad el título que nos fue dado.
Hoy es una preciosa oportunidad para reflexionar sobre todo lo que significa ser hijo de Dios. Camina por la vida como tal, con la seguridad de saber que tu Padre es el Rey de Reyes y Señor de Señores, el creador de todo lo que vemos. No eres cualquier cosa, eres un hijo de Dios, vive como tal.
Héctor Colque
En 1917, el rey Jorge V de Inglaterra instituyó un título honorífico para los civiles y militares, que no pertenecían a la familia real. Se trataba de un reconocimiento para todos aquellos que hicieron algo significativo para Gran Bretaña, ya sea dentro del campo de la ciencia, artes, política, deportes o literatura . A lo largo de los años han sido mucho los ingleses condecorados con esta orden dándoles el título de “Sir” (abreviatura de señor en inglés británico)
Estas son algunas de las personas que han recibido esta condecoración: el científico Isaac Newton, el actor y comediante Charles Chaplin, el cineasta Alfred Hitchcock, la actriz Judi Dench, el político y escritor Winston Churchill, el entrenador de futbol Alex Ferguson entre otros. Sin duda alguna hemos escuchado estos nombres en repetidas oportunidades.
En Inglaterra no muchos pueden presumir de haber sido condecorados con este título. Los que sí lo fueron, tienen el privilegio de que sus nombres aparezcan en los libros de la corte suprema de este país y la gente los admira y reconoce, pues han colocado en alto el nombre de su nación.
Curiosamente sucede algo similar en el Reino de Dios.
1 Juan 3:1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.
“Hijos de Dios”, para ser nombrados de esta manera y pertenecer a la familia del reino de Dios, no tuvimos que hacer nada, Jesús hizo todo lo que se debía hacer en la cruz del calvario, para que todo aquel que lo acepte como Señor y Salvador forme parte de su Reino. Ahora, el hecho de ser algo gratuito no le resta importancia, en realidad este título de "hijos de Dios" era tan imposible de alcanzar que solamente lo podíamos obtener a modo de regalo.
Contrario a otros títulos que son ostentados para denotar una posición superior en comparación a otros, este debe ser en nosotros un recordatorio de la misericordia de Dios en nuestras vidas. Que sin buscarlo Él fue quien nos encontró, nos salvó, nos restauró y nos prepara para ver la Gloria de su Reino.
1 Pedro 2:9 Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.
No existe ningún otro título que sea dado a los hombres que pueda infundir un cambio tan profundo en una vida. Que sea completo, eterno, gratuito y todo hecho por alguien más y no por uno mismo, es definitivamente un título incomparable.
Es verdad que ser hijo de Dios no nos libra de la aflicción, pero si es un recordatorio de que Jesús no nos ha dejado y siempre nos sustentará con la diestra de la justicia de su amor.
Cuidemos con honor y responsabilidad el título que nos fue dado.
Hoy es una preciosa oportunidad para reflexionar sobre todo lo que significa ser hijo de Dios. Camina por la vida como tal, con la seguridad de saber que tu Padre es el Rey de Reyes y Señor de Señores, el creador de todo lo que vemos. No eres cualquier cosa, eres un hijo de Dios, vive como tal.
Héctor Colque
Escrituras
Acerca de este Plan
Estos devocionales se realizan con la intención de ayudar al usuario, a aplicar de manera concreta y práctica, los principios bíblicos, en el diario vivir, también para animar y entender las promesas que.
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