Campaña 90 DíasMuestra
¡Hay que seguir nadando!
Hace un tiempo atrás leí un artículo sobre los salmones. Estos peces realizan un increíble viaje contra la corriente, una travesía que, según dicen, aún no ha sido completamente comprendida por los científicos.
El salmón nace en el río y permanece en agua dulce mientras es pequeño. Cuando llega su juventud, baja hasta el mar, donde llega a su madurez. Cuando se acerca la época de la reproducción, emprende el camino de vuelta, volviendo exactamente al lugar donde nació.
Es un viaje muy duro. Centenares de kilómetros, llenos de dificultades, de rápidos y cascadas. Tiene que liberarse de las plantas acuáticas que lo tratan de retener, además de otros depredadores y lo peor es que el salmón encuentra en el río a muchos peces de su misma especie que se dejan arrastrar por la corriente y que posiblemente tratan de desanimarlo. Tal vez le dicen algo así como: “Ven con nosotros, en el mar se está muy bien. ¿Qué quieres hacer allá arriba?”
Entonces el salmón comienza a dudar y piensa: “No puedo más. Me quedaré a descansar un rato allá, donde parece que el agua está quieta. Ya continuaré cuando haya recuperado las fuerzas”. Pero, al mismo tiempo, escucha una voz interior que le empuja: “Salmón, ¡No te dejes llevar por lo comodidad, cumple tu propósito! ¡Continua tu viaje con los compañeros que luchan a tu lado! O sigues río arriba, o la corriente te arrastrara hacia abajo”.
No hay otra alternativa, tiene que seguir nadando o acabará en el mar con aquellos que desistieron del viaje.
Aparentemente los salmones no comen nada una vez que han comenzado su ascensión río arriba. Sólo el instinto les da fuerzas para luchar contra la corriente. No todos llegan a la meta; muchos mueren exhaustos durante su titánico viaje.
Pero algunos llegan al lugar de su nacimiento, las hembras ponen los huevos y los machos los fertilizan y aunque agotados, ya pueden morir sabiendo que han cumplido su misión.
En la vida, nadar en contra de la corriente puede ser difícil, pero es el precio para dar frutos y cumplir con nuestro llamado.
Puedes sentirte como el salmón, nadando contra la corriente y sintiéndote desanimado por aquellas personas que en lugar de alentarte te dicen que no vale la pena seguir nadando, que todo el esfuerzo que inviertes es en vano y ves a tu paso a todos esos amigos que se han quedado en el camino, que decidieron descansar un rato y ya no pudieron continuar su viaje.
Dios nos manda a esforzarnos, a ser valientes y Él se encargará de renovar nuestras fuerzas y de darnos las habilidades, conocimientos y recursos que necesitamos. Tenemos un propósito que cumplir y para alcanzarlo debemos dar todo lo mejor de nosotros. Si decides quedarte quieto y regresar al mar, tal vez vivas más tranquilamente y posiblemente lo hagas por más tiempo pero tu vida habrá pasado sin sentido, sin que hayas cumplido el propósito por el que fuiste creado.
“Sé fuerte y muy valiente. Ten cuidado de obedecer todas las instrucciones que Moisés te dio. No te desvíes de ellas ni a la derecha ni a la izquierda. Entonces te irá bien en todo lo que hagas”. Josué 1:7
Si tu vida y el propósito que tienes no fueran valiosos no tendrías que enfrentar tantos obstáculos y tu viaje no sería complicado pero tampoco aprenderías ni estarías capacitado para el día en el que llegues a tu meta y cumplas aquello para lo que fuiste creado. No te detengas, no te rindas, sigue nadando, confía en Dios y Él renovará tus fuerzas todos los días.
Ana María Frege Issa
Hace un tiempo atrás leí un artículo sobre los salmones. Estos peces realizan un increíble viaje contra la corriente, una travesía que, según dicen, aún no ha sido completamente comprendida por los científicos.
El salmón nace en el río y permanece en agua dulce mientras es pequeño. Cuando llega su juventud, baja hasta el mar, donde llega a su madurez. Cuando se acerca la época de la reproducción, emprende el camino de vuelta, volviendo exactamente al lugar donde nació.
Es un viaje muy duro. Centenares de kilómetros, llenos de dificultades, de rápidos y cascadas. Tiene que liberarse de las plantas acuáticas que lo tratan de retener, además de otros depredadores y lo peor es que el salmón encuentra en el río a muchos peces de su misma especie que se dejan arrastrar por la corriente y que posiblemente tratan de desanimarlo. Tal vez le dicen algo así como: “Ven con nosotros, en el mar se está muy bien. ¿Qué quieres hacer allá arriba?”
Entonces el salmón comienza a dudar y piensa: “No puedo más. Me quedaré a descansar un rato allá, donde parece que el agua está quieta. Ya continuaré cuando haya recuperado las fuerzas”. Pero, al mismo tiempo, escucha una voz interior que le empuja: “Salmón, ¡No te dejes llevar por lo comodidad, cumple tu propósito! ¡Continua tu viaje con los compañeros que luchan a tu lado! O sigues río arriba, o la corriente te arrastrara hacia abajo”.
No hay otra alternativa, tiene que seguir nadando o acabará en el mar con aquellos que desistieron del viaje.
Aparentemente los salmones no comen nada una vez que han comenzado su ascensión río arriba. Sólo el instinto les da fuerzas para luchar contra la corriente. No todos llegan a la meta; muchos mueren exhaustos durante su titánico viaje.
Pero algunos llegan al lugar de su nacimiento, las hembras ponen los huevos y los machos los fertilizan y aunque agotados, ya pueden morir sabiendo que han cumplido su misión.
En la vida, nadar en contra de la corriente puede ser difícil, pero es el precio para dar frutos y cumplir con nuestro llamado.
Puedes sentirte como el salmón, nadando contra la corriente y sintiéndote desanimado por aquellas personas que en lugar de alentarte te dicen que no vale la pena seguir nadando, que todo el esfuerzo que inviertes es en vano y ves a tu paso a todos esos amigos que se han quedado en el camino, que decidieron descansar un rato y ya no pudieron continuar su viaje.
Dios nos manda a esforzarnos, a ser valientes y Él se encargará de renovar nuestras fuerzas y de darnos las habilidades, conocimientos y recursos que necesitamos. Tenemos un propósito que cumplir y para alcanzarlo debemos dar todo lo mejor de nosotros. Si decides quedarte quieto y regresar al mar, tal vez vivas más tranquilamente y posiblemente lo hagas por más tiempo pero tu vida habrá pasado sin sentido, sin que hayas cumplido el propósito por el que fuiste creado.
“Sé fuerte y muy valiente. Ten cuidado de obedecer todas las instrucciones que Moisés te dio. No te desvíes de ellas ni a la derecha ni a la izquierda. Entonces te irá bien en todo lo que hagas”. Josué 1:7
Si tu vida y el propósito que tienes no fueran valiosos no tendrías que enfrentar tantos obstáculos y tu viaje no sería complicado pero tampoco aprenderías ni estarías capacitado para el día en el que llegues a tu meta y cumplas aquello para lo que fuiste creado. No te detengas, no te rindas, sigue nadando, confía en Dios y Él renovará tus fuerzas todos los días.
Ana María Frege Issa
Escrituras
Acerca de este Plan
Estos devocionales se realizan con la intención de ayudar al usuario, a aplicar de manera concreta y práctica, los principios bíblicos, en el diario vivir, también para animar y entender las promesas que.
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