Dios Me VeMuestra

“El Dios que me ve”
(Génesis 16:13)

Ser vistos y aprobados es algo que todos anhelamos como seres humanos. En cierta manera, creo que esto está ligado a nuestro deseo de pertenecer a algo más grande, algo que le dé valor y propósito a nuestras vidas. Queremos que nuestra existencia tenga sentido.

Sé que decir esto puede sonar egocéntrico, pero, seamos honestos: ¿cuántos no hemos pensado así, al menos una vez en la vida?

El problema es que, muchas veces, esperamos ser vistos y valorados por las personas equivocadas. Por más admiración o respeto que sientas por alguien, es muy probable que esa persona te defraude… porque, al igual que tú, es un ser humano lleno de imperfecciones.

Agar pensó, tal vez por un momento, que el hecho de estar esperando un hijo había cambiado su estatus. Posiblemente puso su confianza en esa oportunidad, creyendo que ahora sería vista y tratada de forma distinta por sus amos. Pero no fue así.

Fue en el desierto —aislada de todo y de todos— donde tuvo un encuentro con El Roi, “El Dios que me ve”. Y allí, en ese lugar desolado, descubrió una verdad poderosa: nada más importa cuando te das cuenta de que Dios, el Creador del cielo y de la tierra, tiene Su mirada puesta en ti. En alguien que, para otros, puede parecer insignificante. Parece que el mundo se detiene cuando entiendes que el Dios eterno te está mirando con ternura.

No necesitas estar en una plataforma, frente a multitudes, ni tener reconocimiento humano para ser visto. Lo que realmente importa es que Él te ve. Ahí, en lo íntimo. Ahí, donde nadie más te escucha. Él escudriña tu corazón, y aun cuando no brotan palabras de tus labios… Él ya conoce lo que hay dentro de ti. (Salmos 139:4)

La vida y los logros no se tratan de nosotros. Si alcanzamos cosas grandes en esta vida, es solo por la gracia de Dios. Es porque, en Su infinita misericordia, incluso lo que el enemigo intenta para nuestro mal, Él lo transforma para bien (Romanos 8:28).

Tal vez no tenemos el mapa completo del resto de nuestra vida, pero sí podemos tener la confianza de que Dios es nuestro fiel guía, quien nunca nos abandona. Su mirada puesta en nosotros es nuestra ancla.

Medita en esto:

No hay nada más seguro que saber que los ojos de Dios están puestos sobre ti. No porque lo merezcas, ni porque hayas hecho todo bien, sino porque Él es fiel, compasivo y amoroso. Su mirada no es de juicio, sino de ternura. Aunque otros no te valoren, y tú misma a veces no veas tu valor, Dios te ve con ojos de propósito y esperanza.

Pregunta para reflexionar

¿Has estado buscando aprobación o valor en lugares donde solo Dios puede llenar ese vacío? Hoy, ¿te atreverías a descansar en el simple pero poderoso hecho de que Dios te ve… y no te ha quitado los ojos de encima?