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"Comparte tu tesoro"
Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando llevaba horas cavando con su pala, encontró un cofre enterrado. Al abrirlo vio lo que nunca había visto en su vida: un fabuloso tesoro; estaba lleno de diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de perlas, esmeraldas, zafiros y un sin fin de objetos.
Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía pensó que era un regalo que Dios le había hecho. Pero aquello no podía ser para él solo. Así que decidió compartirlo con los demás.
Tomó el camino hacia el pueblo y siempre se cruzaba con alguien que tenía algún problema y él los ayudaba con lo que tenía. Fueron tantos que en un momento pensó: ¿qué va a pasar conmigo? a este paso me voy a quedar sin nada, y la duda de su buena fe invadió su corazón.
Sin embargo, Dios le dio una respuesta: Yo puse el tesoro en tus manos, ¿por qué estás preocupado? ¿Acaso no tendré cuidado de ti también, te desampararé?. Las personas a las que ayudaste me pidieron ayuda primero a mí, yo sabía de su necesidad y te elegí a ti para suplirla porque conozco tu buen corazón, te usé para cumplir mi propósito.
El verdadero tesoro que cada uno tiene no es lo material, las posesiones o logros, hay algo más importante: Dios, Él es quien pone en cada uno: amor, compasión, talentos, habilidades, dones, etc. y éstos, no se pueden quedar sólo para nuestro deleite, si no, lo tenemos que compartir con los necesitados.
La relación íntima con Dios activa el amor hacia los demás. Somos canal de bendición, no nos quedemos con el tesoro porque hay alguien necesitado que nos está esperando.
Jesús contestó: —“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primer mandamiento y el más importante. Hay un segundo mandamiento que es igualmente importante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mateo 22:37-39 NTV
Soraida Fuentes
Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando llevaba horas cavando con su pala, encontró un cofre enterrado. Al abrirlo vio lo que nunca había visto en su vida: un fabuloso tesoro; estaba lleno de diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de perlas, esmeraldas, zafiros y un sin fin de objetos.
Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía pensó que era un regalo que Dios le había hecho. Pero aquello no podía ser para él solo. Así que decidió compartirlo con los demás.
Tomó el camino hacia el pueblo y siempre se cruzaba con alguien que tenía algún problema y él los ayudaba con lo que tenía. Fueron tantos que en un momento pensó: ¿qué va a pasar conmigo? a este paso me voy a quedar sin nada, y la duda de su buena fe invadió su corazón.
Sin embargo, Dios le dio una respuesta: Yo puse el tesoro en tus manos, ¿por qué estás preocupado? ¿Acaso no tendré cuidado de ti también, te desampararé?. Las personas a las que ayudaste me pidieron ayuda primero a mí, yo sabía de su necesidad y te elegí a ti para suplirla porque conozco tu buen corazón, te usé para cumplir mi propósito.
El verdadero tesoro que cada uno tiene no es lo material, las posesiones o logros, hay algo más importante: Dios, Él es quien pone en cada uno: amor, compasión, talentos, habilidades, dones, etc. y éstos, no se pueden quedar sólo para nuestro deleite, si no, lo tenemos que compartir con los necesitados.
La relación íntima con Dios activa el amor hacia los demás. Somos canal de bendición, no nos quedemos con el tesoro porque hay alguien necesitado que nos está esperando.
Jesús contestó: —“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primer mandamiento y el más importante. Hay un segundo mandamiento que es igualmente importante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mateo 22:37-39 NTV
Soraida Fuentes
Escrituras
Acerca de este Plan
Estos devocionales se realizan con la intención de ayudar al usuario, a aplicar de manera concreta y práctica, los principios bíblicos, en el diario vivir, también para animar y entender las promesas que Dios tiene para nuestras vidas.
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