La Historia De Las CometasMuestra

Lo peor de la orfandad queda instalado en el corazón del huérfano y la huérfana. Se trata de un cúmulo de mentiras, como un sistema “de fault” (o de la operación instantánea “por defecto”) que hace al huérfano pensar que “la orfandad es la única condición posible”.

Cuando realmente es peor, hace al huérfano errante (Nombre que le he puesto a nuestra condición de estar lejos de la Casa de Abba Padre) concluir que deambular por las calles como un gamín o pordiosero es “lo mejor que le podía haber pasado en lugar de estar sujeto a padres, autoridad, disciplina y obediencia”.

Esta mentalidad de huérfano se puede apreciar en el cuento de las cometas: “Cierto, día cierto día del mes en que los vientos arrecian para hacer posible el espectáculo de las cometas allá, a lo lejos, danzaban, coquetamente tres de ellas, quizá las más hermosas de la ciudad: Rosita Retazos, Colorina de los Vientos y Aires de Libertad.

Con esplendor y mucha gracia se deslizaban por el ancho cielo; gritando y cantando, mostrando festones, cintillas y colores sin igual. Al notar que la distancia era suficiente para que nadie las oyese, hablaron mientras sus dueños decidirían cuándo regresar a casa y guardarlas en el garaje hasta los próximos vientos del próximo año.

“Que aburrido tener que estar amarradas a todo momento, habiendo tanto espacio para volar y gozar, miren las aves del cielo, van y vienen, conocen y viven sin tener a su cuello una soga que les ate la libertad”, decía Rosita Retazos.

Añadía orgullososamente Aires de Libertad: - “Estoy de acuerdo contigo, querida Rosita, y agregaría que no solo molesta estar sometidas a una cuerda, más molesto es no poder movernos, maniobrar al antojo para vivir y gozar. Me siento impedida, me siento anulada, quisiera volar y volar, demostrar que si pitas ni sogas la vida es libre, soñadora y hermosa”.

Mientras tanto replicaba, con voz temerosa, Colorina de los Vientos: - “Que desagradecida son, queridas amigas, cómo no entienden que la cuerda es bien que nos ata y también nos permite volar, sin ella la vida sería incierta, sin ella quién sabe por dónde volar”.

“No fastidies miedosa de los vientos”, - gritó enojada la dura Rosita- . “¿Acaso no ves que la vida es del libre, del que no tiene límites en su andar?, vamos tonta, libérate hoy con nosotras, hoy es el día de libertad”. Y continúo así Rosita hablándoles casi al oído: “Vengan, vengan, mis bellas hermanas, he conseguido para hoy un aliado; ¡Mírenlo, ahí viene!, es Soplito, Soplón, el hijo menor del gran ventarrón. Él se ha comprometido hoy nuestras cuerdas reventar y así ayudarnos la libertad conquistar. ¿Se arriesgan, queridas hermanas?, ¿Quieren vivir y gozar el mundo a sus anchas sin ninguna cuerda arrastrar? Vengan, vengan conmigo, esta es la hora para volar con anchura y disfrutar sin cuerdas de sogas que nos impidan al mundo volar”.

Sin esperar una réplica más Rosita y su amiga se pusieron frente a Soplito Soplón, quien soplando a todo pulmón trozó cuerdas y pitas de un solo tirón.

Entonces, con risas y gritos iniciaron a la fantasmal travesía, las que creían las llevaría a la codiciada libertad. Asustada y callada, Colorina de los Vientos, las miraba, y con profunda tristeza, las vio descender, descender y caer. Su destino no fueron los aires, muy rápido, cayeron a tierra, sin oportunidad de volver a volar. Pues su cuerpo estaba roto, molido y dolido sin cuerda que las llevara a la que creían sería su LIBERTAD.

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).