Perspectiva De La NavidadMuestra

Zacarías. Tiempo de silencio

«El ángel dijo: No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan. Yo soy Gabriel y estoy a las órdenes de Dios contestó el ángel. He sido enviado para hablar contigo y darte estas buenas noticias. Pero como no creíste en mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, te vas a quedar mudo. No podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda...

Cuando se le cumplió el tiempo, Elisabet dio a luz un hijo. Sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había mostrado gran misericordia y compartieron su alegría.

A los ocho días llevaron a circuncidar al niño. Como querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, su madre se opuso. ¡No! dijo ella. Tiene que llamarse Juan. Pero si nadie en tu familia tiene ese nombre, le dijeron. Entonces le hicieron señas a su padre para saber qué nombre quería ponerle al niño. Él pidió una tablilla en la que escribió: “Su nombre es Juan”. Y todos quedaron asombrados. Al instante abrió su boca y se desató su lengua, recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Todos los vecinos se llenaron de temor y por toda la región montañosa de Judea se comentaba lo sucedido. Quienes lo oían se preguntaban: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque el poder del Señor lo acompañaba».

Volvemos a la historia de Zacarías. El resultado del escepticismo de Zacarías es que quedó mudo hasta que nació su hijo. Que te dejen sin voz parece duro, ¿verdad... o no?

Vivimos en una era de palabras constantes: información, reportajes, análisis y más palabras. Las palabras están tan presentes en nuestras vidas que luchamos contra el silencio. En silencio, podemos oír con más claridad y escuchar ese «suave murmullo» (1 Reyes 19:12) del Señor.

Reflexión sobre la perspectiva

Imagina lo que debió ser para Zacarías no poder hablar durante nueve meses. ¿Cómo intentarías transmitir tus pensamientos y sentimientos si fueras él? En su silencio Zacarías, probablemente, pudo oír con más claridad al Señor. Siéntate en silencio en la presencia del Señor, y permítete escuchar a Dios y, sin hablar, responder a su instrucción.