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Creer Y Descansar Te Trae Sanidad

DÍA 3 DE 3

Veamos un texto más en Marcos 5. Jesús estaba predicando junto al lago. Había gente que lo seguía, y el versículo 21 dice: "Después de que Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se reunió alrededor de él una gran multitud, por lo que se quedó en la orilla". Entonces, uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, llegó allí, se arrojó a los pies de Jesús y le suplicaba con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven, pon tus manos sobre ella para que se sane y viva" (versículos 21-23).

Ahora, imagínate esto: toda la gente sabía que Jesús andaba por allí haciendo milagros. Todos decían: "Jesús debe ser el Hijo de Dios, el que el Señor ha prometido".

Entre la gente había una mujer que llevaba 12 años padeciendo hemorragias. Había sufrido mucho a manos de varios médicos, y se había gastado todo lo que tenía sin que hubiera servido de nada. En lugar de mejorar, estaba empeorando. Esta mujer había sufrido con los médicos y gastado todo lo que tenía, pero cuando oyó hablar de Jesús, se acercó a él por detrás de la gente y tocó su manto. Ella pensaba: "Si logro tocar siquiera su manto, quedaré sana". Esa era la fe que ella tenía (versículos 24-29).

En medio de la multitud, esta era la fe que tenía esta mujer: la fe de alguien que sabía que Jesús era superior a todo lo establecido. Ya había escuchado que Jesús era el Mesías, el prometido, el esperado, y para ella, eso era suficiente. Suficiente porque sabía que Él era el Alfa y la Omega, el principio y el fin, y en Él estaba la vida.

Así que, en su fe, sabía que con tan solo tocar el borde de su manto (quizás sin tocarlo a Él, porque como profeta era considerado puro y no quería contaminarlo) sería sana. La Biblia asegura que al instante cesó su hemorragia y se dio cuenta de que su cuerpo había quedado libre de esa aflicción. Al momento, Jesús se dio cuenta de que había salido poder de sí mismo, así que se volvió hacia la gente y preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?". La mujer, dándose cuenta de lo que había sucedido, se acercó temblando de miedo, se arrojó a sus pies y confesó la verdad. El Señor le dijo: "Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción" (versículos 28-34).

Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos hombres de la casa de Jairo y le dijeron: "Tu hija ha muerto. No sigas molestando al Maestro". Sin hacer caso de la noticia, Jesús le dijo al jefe de la sinagoga: "No tengas miedo; solo cree" (versículos 34-36).

Jesús fue con él, y no dejó que nadie lo acompañara excepto Pedro, Santiago y Juan. Cuando llegaron a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús notó el alboroto: la gente lloraba y daba grandes alaridos. Entonces Jesús preguntó: "¿Por qué tanto alboroto? La niña no está muerta, solo está dormida". Pero todos empezaron a burlarse de Jesús. Él los sacó a todos y, tomando consigo al padre, la madre de la niña y a los discípulos, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: "Niña, levántate", y la niña de 12 años se levantó enseguida y comenzó a andar. Ante este hecho, todos se llenaron de asombro. Y él dio órdenes de que nadie se enterara de esto, y les dijo que le dieran de comer a la niña (versículos 37-42).

Querido lector, hasta el final, el Señor mantuvo su palabra: Cree. Incluso después de que la niña estaba muerta, el Señor nos dice que debemos creer hasta el último segundo. Seguimos creyendo porque Él dice: "No tengas miedo, aquí estoy, no tengas miedo, solo cree". Y nos anima, siempre nos está animando. Él dijo que venció a este mundo, lo que indica que venció sobre toda aflicción, sobre toda enfermedad. No hay enfermedad o pestilencia que lo tome a Él por sorpresa; aún en medio de todas las aflicciones, enfermedades o plagas de nuestra vida, Él sigue siendo soberano.

Somos llamados sus hijos, herederos, coherederos con Cristo. Cuánto más nosotros, que somos los hijos, los herederos, podemos recibir la plenitud de su gloria, la plenitud de su bendición. No hay ningún obstáculo para Él. Si Él quiere sanarnos de forma sobrenatural, Él lo hará. Lo único que yo tengo que hacer es humillarme y reconocer que Él es quien tiene el poder y la voluntad de sanarme. Por consiguiente, solo Él tiene la última palabra; nuestra parte siempre será confiar, creer y descansar en Él, mientras hacemos lo que nos corresponde, aunque esto sea ir al médico.

Por Guillermo Hernández y Equipo TopCristianos

En TopCristianos esperamos que estas reflexiones hayan sido de bendición para tu vida. Queremos que sepas que alrededor del mundo hay un grupo de personas orando por ti y por tu crecimiento espiritual, porque creemos que, ¡eres una bendición!

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Día 2

Acerca de este Plan

Creer Y Descansar Te Trae Sanidad

La bendición está a las puertas, al doblar la esquina, por decirlo así. Y nosotros debemos entonces vivir en expectativa, es por esto que la Palabra dice que cuando Él vuelva, desea hallarnos creyendo, esperando, confiando. La pregunta es: ¿Este tipo de fe es la que tenemos aún para obtener sanidad?

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