Lectura Con El Pueblo De Dios - #3Muestra

Durante la segunda semana de esta parte de nuestro plan, mientras continuamos rezando juntos el Padre Nuestro, comenzaremos cada día con una oración basada en una sección del Padre Nuestro y los Salmos.

Padre nuestro que estás en los cielos,

Tú eres nuestro Padre, adoptándonos a una familia eterna. Como un padre terrenal tiene compasión de sus hijos, así también tú muestras compasión de los que te temen. Tú sabes cómo estamos hechos, y te acuerdas de nosotros en nuestra debilidad [Salmos 103].

Santificado sea tu nombre.

Solo tú eres santo, no hay nadie como tú; Tu gloria está sobre los cielos. Sin embargo, te inclinas para levantar a los necesitados. Te exaltamos y te adoramos, porque eres santo [Salmos 113, 99].

Venga tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.

En Cristo tu reino ya ha llegado, aunque los gobernantes de esta tierra se reúnan contra ti, pensando que pueden frustrar tus propósitos. No pueden, porque tú has instalado a Cristo, tu Ungido, el Rey eterno y todopoderoso sobre toda la creación [Sal. 2].

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Todas las criaturas acuden a ti en busca de su alimento en el momento adecuado; cuando les proporcionas, están satisfechos con las cosas buenas. Cuando escondes tu rostro, se aterrorizan. Señor, ayúdanos a ser buenos administradores de los dones de alimentos que nos has dado para que todos tengan el pan de cada día [Salmos 104].

Perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que pecan contra nosotros.

Bienaventurados aquellos cuyas transgresiones son perdonadas, cuyos pecados son cubiertos, y que conocen el gozo del perdón. [Salmo 32] Así como hemos sido perdonados, ayúdanos a llegar a ser como Cristo, perdonando a los que pecan contra nosotros.

Sálvanos del tiempo de la prueba y líbranos del mal.

En misericordia, oh Dios, responde a las oraciones de todos los que están en profunda angustia. Escucha sus gritos, especialmente cuando son atormentados por aquellos que te niegan y actúan como si no te importara. Al mismo tiempo, sálvanos de pecar en nuestra ira. Que la luz de tu rostro brille sobre nosotros, oh Señor [Sal. 4].

Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, ahora y siempre. Amén.

* El Manual de la Fuente de Adoración, Segunda Edición.