LO NECESARIO

Ya estaba muerto. ¿Por qué no podían simplemente dejarlo en paz? ¿No había sido suficiente con golpear, burlar, desnudar y colgar en una cruz a un hombre inocente? No había necesidad, sin embargo, fue necesario. La herida final que dispensa el mundo al Salvador no fue una herida de dolor. No buscaba hacer sufrir, no buscaba matar sino certificar la muerte. Si hasta el momento algún alma albergaba la esperanza de que aquel hombre siguiese vivo, esa lanza las desterró por completo.

Más allá de lo cruel y doloroso de esta escena, de la brutal golpiza que recibió Jesús y la agonizante muerte que experimentó, era necesario que sucediese. Jesús se despojó de su gloria celestial, tomó forma humana sabiendo que era necesario que muriese en la cruz, y no podía haber ningún tipo de dudas de que eso efectivamente sucedió. Juan continúa su relato de la siguiente manera: “Esas cosas sucedieron para que se cumplieran las Escrituras que dicen: «Ni uno de sus huesos será quebrado» y «Mirarán al que atravesaron.” (19:36-37). El fiel relato de las profecías debía ser cumplido en la persona de Jesús, incluso en su tortuosa muerte.

A nuestros ojos, hay muchas situaciones por las que renegamos atravesar. A menudo creemos que no es necesario hacer ciertas cosas. Hay conversaciones que nos gustaría evitar, decisiones que nos gustaría postergar. Pero más allá de nosotros, en el perfecto plan de Dios, todo tiene un por qué y un para qué.

Esa sangre esparcida es el punto central de todo el evangelio. Es sólo mediante ella que se establece un nuevo pacto de reconciliación entre el Dios tres veces Santo y la humanidad caída en desgracia. Es sólo por ella que recibimos perdón, somos santificados y seremos recibidos ante el trono del Padre. De esa horrorosa herida brota el símbolo de nuestra vida.