Ganadores de aplausos, Perdedores espiritualesMuestra

En una verdulería, entre las numerosas variedades de manzanas, intuitivamente elegimos la más roja y brillante, suponiendo que su interior será jugoso y sabroso. Sin embargo, al morderla, descubrimos todo lo contrario: está totalmente arenosa y sin sabor. Así es la apariencia entre nosotros; sin embargo, Dios nos ve como una totalidad.

Así como una manzana puede lucir impecable por fuera pero estar deteriorada por dentro, nuestro corazón puede parecer intacto a simple vista, pero puede estar lleno de heridas y carencias. Si no permitimos que Cristo trabaje en nosotros, esos golpes de la vida pueden oxidar nuestro corazón, quitándonos el sabor del Evangelio que Cristo desea poner en nosotros mediante su redención.

Es crucial recordar que siempre se trata de Él; nosotros no somos los protagonistas, sino humildes actores en su maravillosa película. Cuánto antes entendamos y vivamos en esa sintonía, menos preocupados estaremos por la mirada ajena y más ocupados estaremos por la mirada de Cristo, que además es eterna.