El Libro de Juan | Las 7 "Señales" y los 7 "YO SOY" de JesúsMuestra

“Sanación del paralítico en Betsaida”

Naamán era un poderoso pero leproso comandante del rey de Siria en la época de Eliseo. La lepra lo hizo impuro, y el entumecimiento de la enfermedad lo dejó sin sensación alguna, mientras que en la misma medida, el dolor de la enfermedad lo despertó sin sentido a la agonía de cortes, huesos rotos, y miembros deteriorados, etc.

Naamán necesitaba curarse, pero era también un hombre arrogante y orgulloso. Su posición lo convenció de que necesitaba hacer algo especial para que Dios lo sanara. Cuando acudió a Eliseo en busca de ayuda de Dios, Él le señaló un arroyo apestoso en el que Naamán debía bañarse para recibir la sanación del Señor. Para Eliseo, la sanación no tenía que ver con los medios para sanar, sino con el poder de la fe en el Hacedor del Cielo y la Tierra. Para Naamán, se trataba de ser curado, y todo lo que le importaba era el resultado heroico de sanar.

Cuando Namaan entró en razón y recibió su humilde método de curación, aprendió algo muy importante sobre la sanación. Dios utilizó su enfermedad exterior para demostrarle lo que aún vivía en su interior: la arrogancia y el pecado. Sin embargo, Naamán llegó a un cierto grado de humildad, y Dios consideró apropiado sanar a Naamán sólo como una forma de mostrarle que la humildad ante Dios trae la sanación más verdadera: la del corazón.

Piensa en esto cuando leas la tercera señal de Jesús en la sanación del hombre de Betsaida en un sábado. Considera no sólo la sanación y su humildad, sino también la controversia que surgió sobre el asunto del sábado. Parece que los judíos también lucharon con esta visión de lo interior, y lo exterior, y el milagro de Jesús aquí está dirigido a la enfermedad del corazón más que a la enfermedad del cuerpo.

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