Cuando el trabajo duro no es suficiente....

Job 3:25-26 - Me ha sucedido lo que siempre temí. No era ni gordo ni perezoso, y sin embargo me han sobrevenido problemas" (TLB).

Es fácil pensar que cuanto más trabajemos, mejor nos irán las cosas. En esta serie hasta ahora, hemos visto que Dios espera que seamos diligentes con nuestros dones y llamados. Pero sería extremadamente deshonesto e ingenuo concluir que si estamos continuamente trabajando duro, entonces siempre veremos grandes resultados. Sabemos por experiencia que esto no es cierto y en el pasaje de hoy lo vemos en Job.

Cuando esto ocurre, ¿cómo debemos responder?

En primer lugar, como hemos visto en Job, está bien ser sincero con Dios. No hay nada malo en que expresemos nuestra decepción y confusión al Señor. No es un signo de falta de fe, sino de nuestra humanidad. Los Salmos están plagados de oraciones de lamento y decepción. No comprendemos todo lo que experimentamos. Todos vemos a través de un cristal oscuro (1 Co. 13:12) e incluso Jesús, en la cruz, se preguntó si el Padre le había abandonado (Mt. 27:46).

En segundo lugar, aunque sea difícil, sería útil recordar que nuestros "resultados" no se deben a que hayamos trabajado duro, sino a que Dios nos ha dado el crecimiento (1 Co. 3:6). Somos sus colaboradores en la realización de su voluntad en la tierra. Así pues, si hemos sido voluntariosos y obedientes, en lugar de sentirnos decepcionados con nosotros mismos, deberíamos considerar la posibilidad de rezar como hizo Jesús en el huerto de Getsemaní: "De acuerdo, Señor, esto es duro, pero he hecho mi parte. Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya".

Preguntas para reflexionar: ¿Estoy decepcionado por los resultados de mi duro trabajo? ¿He expresado honestamente mi decepción al Señor? ¿Estoy dispuesto a aceptar la voluntad de Dios en mi vida?

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