SERIE: LA SALVACIÓN - Arrepentirse de los pecados para ser salvos – IIIMuestra
Es posible confesar un pecado, derramar lágrimas de remordimiento y llorar por las consecuencias que nos ha ocasionado y aun así, no estar arrepentidos realmente. Faraón confesó su pecado (Éxodo 9:27), pero no se arrepintió ya que volvió a obrar de la misma manera (Éxodo 9:34).
El arrepentimiento se prueba con el tiempo. Si la persona vuelve una y otra vez a caer en el mismo pecado evidencia la ausencia de un arrepentimiento genuino. Ese es el caso de Saúl. David le preguntó por qué quería matarlo, a lo que Saúl contestó: “Más justo eres tú que yo, porque tú me has pagado con bien, y yo te he pagado con mal” (1 Samuel 24:17 BTX).
Sin embargo poco tiempo después Saúl volvió a cometer el mismo pecado (1 Samuel 26:2; 1 Samuel 26:21 NTV). Precisamos derramar lágrimas por el pecado y no por sus consecuencias; dolernos por haber ofendido a Dios y no porque hemos sido descubiertos.
¡Las lágrimas que fluyen de un corazón arrepentido son preciosas para Dios! Confesar ligera y precipitadamente el pecado sin sentirlo es una gran deshonra al Señor. En cambio, un corazón contrito es una delicia para Dios (Salmo 51:17).
Acerca de este Plan
Dios es el único que puede salvarnos (1 Timoteo 1:15; Lucas 19:10). ¿Salvarnos de qué? Descúbrelo a través de esta SERIE.
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/