Familia De DiosMuestra

¡Tus familiares no cristianos aceptarán la invitación!

Creo que uno de los asuntos que más carga suele producir a los que somos cristianos es el hecho de tener familiares que no son salvos, que no han conocido todavía a Jesús.

Nosotros hemos experimentado el amor y el toque transformador de Dios en nuestro ser, y sabemos lo preciosa que es la vida con Él. Sabemos que hemos pasado de muerte a vida, ¡y no queremos que nadie en nuestra familia muera sin tener esta misma experiencia de salvación!

Es cierto que no podemos forzar a nadie a seguir a Jesús, ya que cada uno debe tomar una decisión por sí mismo al respecto. Sin embargo, es curioso porque, en la parábola de la gran cena, el Señor le dice literalmente a su siervo: “Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa…” (Lucas 14:23).

Obviamente, la imagen aquí no era que el criado tenía que ir por los caminos y arrastrar contra su voluntad a los que se iba encontrando por el camino, luchando contra ellos y forzándola a ir al banquete. ¡Esa hubiese sido la peor invitación a un banquete de la historia!

Aquí, el término “forzarlos a entrar” hace referencia a esa actitud persistente de invitar a alguien de una manera tan amable y persuasiva que la otra persona, aunque haya rechazado al principio la invitación, al final se sienta sin argumentos y decide asistir.

Es esa capacidad de no desistir, de no pararse ante el primer “no”, sino de seguir confiando y ayudando a la persona a sentirse tan aceptada, tan invitada, tan amada que al final esta decida dar un paso y aceptar nuestra invitación.

A veces me he encontrado con cristianos que son extremadamente “pesados”, en el sentido de que no paran de recriminar, de acusar a sus familiares no cristianos, y de decirles lo que tienen que hacer. ¡Esa no es la forma de hablarles de Jesús! Es como intentar forzarlos a bofetadas para que acepten ir contigo al banquete. ¡A nadie le gusta que le abofeteen!

Hoy quiero animarte a que le demos la vuelta a esta situación. ¿Y si le pidiéramos a Dios Su sabiduría para cambiar radicalmente nuestra actitud hacia nuestros familiares que todavía no le conocen?

Querido/a amigo/a, es tiempo de atraer a tus familiares a Cristo por medio de un amor incondicional.

Que puedan llegar a sentirse tan a gusto a nuestro alrededor y tan queridos por nosotros, que sean ellos mismos los que nos pidan que les hablemos más de nuestra fe. ¿No sería eso maravilloso? Eso es lo que se consigue cuando decidimos amar de manera persistente y dejar que Dios haga Su obra, en lugar de intentar hacerla nosotros mismos.

¡Eres un Milagro!

Christian Misch

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