5 Pautas Para No DesmayarMuestra
Una declaración firme de intenciones
En el día difícil toca afirmar el rostro, tal como Jesús lo hizo a Su entrada a Jerusalén cuando llegó el tiempo de ser entregado. Esa expresión es poco empleada por nosotros, pero tiene implicaciones clarísimas frente a las complicaciones en la vida de fe y en la cotidiana.
Tiene que ver con una actitud decidida, estable, inflexible incluso, a la hora de enfrentar. Expresa valentía, determinación y firmeza de carácter. Como tantas cosas, puede ser bien o mal empleada –esa misma determinación es la que mantiene a las personas alejadas de Dios, por ejemplo–, pero en consonancia con Sus propósitos, está tremendamente anclada con lo que vemos en el salmo que nos ocupa en este plan. Desde ese rostro afirmado, podemos declarar, en medio de nuestra fragilidad, que no temeremos y que estaremos confiados en el Dios de nuestra salvación.
Creo que ayudará hacer un pequeño matiz sobre este asunto del “no temer”, que demasiadas veces usamos en modo triunfalista, alejándonos de la realidad de nuestra propia naturaleza, que parecemos desconocer profundamente, aunque las ciencias han avanzado mucho y hay cosas que deberíamos saber.
El miedo, como el resto de las emociones, no preguntan antes de aparecer. Surgen como un acto reflejo, prácticamente, y una vez se presentan hay que sujetarlas para que no nos gobiernen. Así, tenemos que entender que el temor surgirá, pero justo es donde toca clamar a Dios (como hace David y lo expresa en el v.7) y dejarnos gobernar por Sus promesas de bien y no de mal para nosotros.
Decir “no temeré” es una declaración de intenciones en toda regla y lo que queremos que suceda. Lo expresamos cuando entendemos quién es el Dios que nos acompaña, pero no se trata de “darnos latigazos” cuando sentimos miedo, sino de comprender que hemos de traerlo a los pies del Señor para que Él lo maneje. “No temas”, en ocasiones, significa “No es necesario que temas”, porque Dios está contigo.
Al declarar estas verdades, como lo hace David, no se produce ninguna clase de efecto mágico por el que atraemos “lo positivo” sobre nosotros. Eso es superstición. Lo que sucede en estos casos es que aprovechamos el momento difícil para traer aun mayor gloria a Dios a pesar del dolor y nos descubrimos viviendo de manera integral aquello que decimos creer. En la angustia, como en ningún otro momento, es donde se pone a prueba nuestra verdadera fe.
Acerca de este Plan
«En el día del mal», como lo llama David en el salmo 27, muchas cosas pueden suceder, pero una de las más probables es que desmayemos. La convicción de nuestra fragilidad llega con ímpetu cuando luchamos contra los avatares de la vida y en esos momentos es donde resulta especialmente clave estar bien anclado a Dios. Concretémoslo, entonces, en 5 pasos clave que no pueden faltarnos en esta tarea.
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Nos gustaría agradecer a Lidia Martín por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.lidiamartin.com/