El faro

“Ya no será el sol tu luz durante el día, ni con su resplandor te alumbrará la luna, porque el Señor será tu luz eterna; tu Dios será tu Gloria” (Isaías 60:19).

A mi mamá le gusta coleccionar varios objetos. Uno de ellos son los faros. El faro es una torre alta situada en las costas y puertos que emite una luz potente a intervalos para orientar de noche a los navegantes. En Puerto Rico existieron varios faros. Algunos de ellos existen aún. Pero como podemos ver tenían una función muy importante para los navegantes. Nosotros somos como esos navegantes que nos movemos en el océano de la vida. Y muchas veces el mundo nos quiere rodear de oscuridad.

Por eso necesitamos tener nuestro faro, con una luz potente que penetre la oscuridad y nos muestre el camino que debemos seguir. Nuestro faro es Jesús y Su luz es la Palabra. Ella es la que nos guía día a día. Debemos leerla todos los días para que no podamos ser alcanzados por la oscuridad, esa que se quiere adueñar de nuestros pensamientos para así cegarnos y que no podamos entender las cosas que vemos o nos suceden a través de la sabiduría de Dios. A su vez, cuando nos llenamos de la luz de Dios podemos ser faros también para otros en sus tiempos de tormentas.

Hay un libro que me gusta mucho llamado El Contador de Historias de José Luis Navajo. Una expresión del libro que llegó muy profundo a mi corazón fue la siguiente: “Es posible que hoy, aún sin tú saberlo, estés siendo faro en la tempestad de alguien”. Siempre busquemos nuestro faro, Jesús, seamos llenos de Su luz y proyectémosla a otros. ¡Aleluya!

Este plan fue tomado de el libro "El Amén de cada día", el cual contiene 365 reflexiones, una para cada día.