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Perfectamente Diferentes

DÍA 1 DE 5

Perfectamente diferente

De pronto te pueden ver frágil, débil, vulnerable, delicada, delicado y tal vez sin posibilidades. Pero en el proyecto de Dios, Él te mira fuerte, valiosa, valioso, resistente y con potencial, pues te creó con propósitos de bienestar y paz. Desde el vientre de tu madre el Señor tiene un plan contigo.

Nunca había pensado que era diferente y “perfectamente diferente”, mucho menos. Desde niña siempre luché para que el próximo día que me tocara vivir fuera mejor que el anterior. Esa era mi oración todas las noches, acompañada del Salmo 4: “En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Sal 4.8).

Aunque en mi infancia no estuve rodeada de muchas palomas o pajaritos de colores, los primeros años escolares me acercaron a esta parte de la creación con pasión y sensibilidad. Me gustaba correr y seguir tras aquellas aves que, en ocasiones, me provocaban fuertes caídas que lastimaban mi cuerpo. Al final de aquellos juegos solitarios era más doloroso el encuentro con mis padres que el dolor de las travesuras infantiles. Lo cierto es que cuando era pequeña siempre estaba en el “suelo” y de visita en los hospitales. Tal vez, mi padre, por protegerme, cada vez que se enteraba de mis tropiezos, me decía: ¡Otra vez! ¡Pero tú no sales del suelo! Y como hija de pastor, la frase que más utilizaba en sus enojos era, ¡qué mucho le gusta estar arrodillada a esta muchachita!

Mis escuelas fueron públicas, las que el gobierno ofrecía en mi país. Tuve la bendición de siempre estar rodeada de buenos libros, hermosa música, excelentes instrumentos musicales, buenas amistades y salones de clases que me entusiasmaban e inspiraban. Ese ambiente escolar se fue alimentando con una serie de experiencias religiosas en el hogar y en una iglesia donde las enseñanzas bíblicas y la espiritualidad eran intensas, gratas y continuas.

En ese entorno sonoro y de estudio, entre libros de colores y juegos infantiles y en diferentes escuelas rodeadas de fauna típica crecí. Los paisajes, las plantas y las flores, desarrollaron en mí un intenso amor hacia las palomas, los pajaritos, la Biblia, la música y la importancia de orar. A todo lo que me gustaba hacer le ponía el corazón y luego, el resto de los sentidos. Aunque la gran mayoría de las veces en mi hogar no me permitían participar de las actividades escolares que requerían mucho movimiento, “para evitar las caídas”, yo siempre me las ingeniaba para ser parte de los grupos en acción. ¡Me agradaba participar con mis amigas!

En la iglesia también tenía mis amistades. Recuerdo con entusiasmo que al final de una clase de escuela dominical, en una ocasión, una de nuestras maestras nos obsequió al grupo infantil una lámina. Estaba sobre un pedazo de cartón duro con la figura de Jesús en el Getsemaní. ¡Se veía recostado en el suelo orando y sobre él una paloma blanca! Luego de orar todos regresamos a nuestros hogares.

Al otro día, que era lunes, participando en la escuela en un juego al aire libre, me caí y me lastimé con fuerzas uno de mis brazos. Mis padres llegaron al salón y me llevaron al hospital. En el camino volví a escuchar la frase de mi padre: “¡Qué mucho te gusta estar arrodillada muchacha! ¿No te das cuenta que eres diferente y muy frágil? ¡Esos juegos no son para ti!” Lloré por un período largo hasta quedarme dormida.

Entre dormida y despierta recordé el regalo de la lámina de Jesús orando y sobre él la paloma blanca. Sentí paz e inclusive alegría. Entre llanto y con voz débil le dije a mi padre: “¡Me gusta estar arrodillada! Pero solo como lo hace Jesús. Quiero arrodillarme para orar ante Dios y deseo que me acompañe una paloma blanca.”

¡Una historia inolvidable! Todavía sigo amando a los pajaritos de colores y, especialmente, a las palomas blancas. Representan para mí alegría, paz, amor, unidad, pero en mi niñez las admiraba por la forma en la que se elevaban y alcanzaban las alturas. ¡Creo que me hacían soñar! Me invitaban, desde mis años tiernos, a no detenerme frente a nada. En todas estas experiencias la familia fue muy importante en el desarrollo de mi espiritualidad cristiana.

La creación y la naturaleza fueron poderosas en mi madurez espiritual. Me daban fuerzas, me motivaban a levantarme y a no volver a cometer los errores que me producían “caídas”. ¡Sentía que me invitaban a elevarme a las montañas! Esa creación hermosa y divina nos recuerda el mensaje de Jesús: ¡Todos podemos alcanzar las más desafiantes alturas! Para el Señor no hay diferencia, fuimos creados iguales, pues Dios nos formó con su corazón, ¡Perfectamente diferentes! Y su plan con la humanidad es que afirmemos que todos somos valiosos y debemos vivir unidos. ¡Es muy importante caminar día a día con nuestro mejor amigo!

Oración

¡Gracias Señor, por tu ayuda para elevarme a las alturas! Porque dentro de tu plan perfecto me escogiste desde el vientre de mi madre. Te pido perdón por mis errores. ¡Limpia mi corazón! En tu nombre presento mi oración. ¡Amén!

Escrituras

Día 2

Acerca de este Plan

Perfectamente Diferentes

El propósito principal de este devocional es lograr que toda persona que lo lea logre entender, acompañar y dignificar a esta población infantil y adulta como lo hizo Jesús. Que también aprendan a amarlos, aceptarlos, comprenderlos y abrazarlos como parte de la creación de Dios que llegaron a perfeccionar nuestra fe.

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Nos gustaría agradecer a Editorial Patmos por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.editorialpatmos.com/perfectamente-diferentes-devocional