[Verdad y amor] La protecciónMuestra

Cuidado con los engañadores

Al leer algunos versículos de la segunda Epístola de Juan, se nos advierte de un tremendo peligro: muchos engañadores han salido por el mundo.

¿Quiénes son estos engañadores y cómo podemos descubrirlos? Son personas que descarrían a los demás. Lo peor es que proceden del interior de la Iglesia.

Dicen que el «Espíritu de Cristo» vino sobre Jesús en el bautismo y le abandonó en la cruz. Enseñan que sólo el espíritu de Jesús era divino. Otros incluso dicen que el cuerpo de Jesús no era real. ¿Cómo explican la perforación por las espinas o el hecho de que comiera y sangrara?

Para saber quién es un engañador, pregúntale quién es Jesús. Si esa persona no confiesa que Jesús es el Mesías, plenamente Dios y plenamente humano, o si niega que Jesús vino en la carne, esa persona es un engañador y un Anticristo.

Quien cree que Jesús es el Cristo, el Ungido, el Mesías, ha nacido de Dios. El mentiroso niega que Jesús sea el Cristo. Los engañadores atacan la verdad en la que nos apoyamos, negando por completo al Señor que los compró.

Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne procede de Dios. Si alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios vive en él y él, en Dios.

La Escritura dice que en el cuerpo de Jesús habita toda la plenitud de la Divinidad. Añade que Jesús no consideró el ser igual a Dios como algo a lo que aferrarse, sino que tomó la naturaleza misma de un siervo, hecho a semejanza humana. Es plenamente Dios y plenamente humano.

Este es el corazón mismo de quien es Jesucristo. La encarnación no fue fortuita ni temporal. Fue la garantía permanente de la posibilidad de comunión con Dios.

Puesto que Jesús era plenamente Dios y plenamente humano, su sacrificio cubre completamente nuestros pecados. Con Él abrió la sala del trono y mostró el amor de Dios por nosotros. Si quitamos esto, el cristianismo fracasa.

Jesús, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, plenamente Dios y plenamente humano. Creo que tu sacrificio me rescató y que tú eres el Señor. Por favor, no permitas que me pierda.