Confió por Jaci VelasquezMuestra

Gloria al Rey

‘Saulo devasta a la Iglesia’. No suena mucho como una victoria, ¿verdad?  ¿Qué pudiéramos encontrar en un episodio como éste que alabe a Dios?

En verdad, Hechos 8 nos lleva al punto en el relato que le sigue al verdadero primer acontecimiento degradante de la historia de la Iglesia Primitiva.  La cosas estaban yendo bien hasta que las autoridades religiosas decidieron que ya era suficiente.  Las fuerzas de conservadurismo arremetieron y al asesinar a Esteban propagaron el miedo y el terror.  ¿Puedes imaginarte el miedo?

Con Saulo dirigiendo el asalto, con las lágrimas todavía frescas en las mejillas, ellos se dispersaron a través del área.  Pero en vez de mantenerse cabizbajos, contrarios a admitir su derrota y acomodarse a una vida callada, ellos continuaron predicando y orando dondequiera que iban.

Este relato del viaje de Felipe a la nueva ciudad de Samaria enseña la fuerza de su carácter.  Está de regreso a la tarea, directo en la comisión como siempre.  ¿Cuál fue el resultado?,  el caos general del mover de Dios y la importante presencia del ‘gran gozo en aquella ciudad’.

Existen tantas paradojas en y alrededor del cristianismo, y esta es sólo una.  Aún con el fracaso desafiándonos en la fe, con la aflicción pesando sobre nuestros corazones, las cosas buenas pueden continuar.  ¿Significará esto que a Dios no le interesa?  ¿Estará Jesús indiferente a las cosas que nos preocupan?  Seguro que no.  Él nos conforta, nos comprende y se entristece con nosotros.  Pero el dolor y la tristeza nunca es el final de la historia.  La muerte no es el fin.

Y aquí hay otra de las paradojas: podemos alabar a Dios con nuestras canciones pero lo que realmente es importante es cómo vivimos nuestras vidas; y no hay mejor momento en dejar que nuestras acciones hablen de la bondad de Dios que frente a la adversidad.  Los santos rugen más estruendoso cuando la tormenta está feroz.

No significa esto que mostremos falsas sonrisas y pretendendamos que todo está bien cuando en el fondo estamos realmente doliendo.  Seamos reales con Dios. Seamos honestos con nuestros sentimientos, no cerremos nunca nuestros corazones al hecho de que Él siempre – siempre – está trabajando.