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"DÍA 2: INTIMIDAD CON EL ESPIRITU SANTO"

Para adentrarnos en la identidad de un vencedor debemos primero sumergirnos en intimidad con el Espíritu Santo. ¿Qué queremos decirte con esto? Sé amigo del Espíritu Santo, es más, conviértelo en tu mejor amigo.

Cuando David y sus hombres estaban en Siclag, se enteran de que los amalecitas habían invadido el lugar donde estaban sus mujeres y sus niños; los hombres de David quisieron matarlo a él en medio de su amargura ¿Te imaginas lo que pudo haber sentido o pensado David? Debió haber sido horrible llegar a casa y encontrarse con que los habían dejado sin sus seres queridos y encímale a eso las ganas de sus hombres por apedrearlo. David pudo haber dado una orden de seguir inmediatamente a sus enemigos, o huir, no lo sabemos; pero aquí lo hermoso: cobró ánimo y puso su confianza en el Señor su Dios, le consultó si debía seguir a la banda de ladrones, Dios se lo permitió y les dio la victoria completa.

David era un íntimo de Dios, en esta historia podemos ver que le pidió consejo y ayuda, no solo se quejó con Dios, no sólo le lloró, sino que luego de hacerlo le dijo “¡Dios ayúdame! ¿Qué debo hacer?” Justo así es lo que es una amistad intima con el Espíritu Santo, se convierte en nuestro consolador, pero también en nuestro consejero, en nuestro guía.

Cuando somos amigos del Espíritu y mantenemos una comunión constante con él, somos uno, Dios y nosotros, y su identidad está impregnada en la nuestra, para que las estrategias del cielo sean reveladas a nuestra vida y las victorias, obtenidas.

Si algo hemos aprendido es que caminar bajo la guianza del Espíritu nos lleva a un nivel mayor de entendimiento en medio de las pruebas, y es allí cuando nos damos cuenta de que es en El Espíritu que se obtienen las victorias, en oración y creyendo que Dios es soberano y gobierna en
cada situación que vivimos. Nuestras guerras no son contra las personas en sí, o con nuestro trabajo o estudio; sino contra las tinieblas y potestades, pero esto lo podemos entender solo
cuando hemos tenido suficiente tiempo con Dios en intimidad, cuando nuestro mejor amigo es el Espíritu Santo.