Cuando las mujeres oranMuestra
La oración puede traer vida a lo que pensábamos que estaba muerto.
La sunamita hizo espacio para Eliseo en su casa. Y al hacerlo, hizo espacio para la obra de Dios en su vida. Eliseo habló con su siervo, Guiezi, para tratar de saber su opinión sobre alguna manera en la que pudieran devolverle la bondad a esta mujer. Y Guiezi dijo: «Ella no tiene hijos, y su esposo ya es anciano» (v. 14). Qué descripción. Qué resumen de las circunstancias de esa mujer. No tener hijos era un terrible estigma en el mundo antiguo. Y para hacer las cosas aún peor, el esposo de esta mujer era viejo. Lo que significa que no tenía esperanzas de mejorar su situación.
El profeta llamó otra vez a la sunamita y le dijo: «El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo» (v. 16).
«¡No, mi señor, hombre de Dios! —exclamó ella—. No engañe usted a su servidora» (v. 16). ¿Por qué esta mujer reaccionaría de manera tan enérgica contra la promesa de un hijo? Porque había sepultado su esperanza tan profundamente que era muy doloroso empezar a cavar otra vez.
La sunamita se había adaptado a su situación aceptando su infertilidad. Y, por tanto, se quedó sorprendida y hasta se horrorizó cuando Eliseo tocó su herida.
¿Qué has aceptado en tu vida que no debería estar allí? ¿Qué has aceptado en tu familia que no debería estar allí?
Una de las razones por las que tratas de negar tus anhelos y deseos es porque muchas veces te atacó la decepción. Antes, tenías esperanza; creías, esperabas y orabas para que Dios proveyera eso que era tu mayor deseo. Sin embargo, nunca sucedió. Tus oraciones nunca recibieron respuesta. Por lo tanto, para protegerte a ti misma de futuros ataques, para protegerte de la decepción, permitiste que se formara una corteza alrededor de tu corazón. Algo duro. Un callo. Un mecanismo de defensa.
Por fortuna, Dios tiene una manera de atravesar esa corteza. Tiene una forma de romper nuestras defensas y tocar nuestros corazones cuando sabe que es el tiempo adecuado.
Eso fue con exactitud lo que Dios hizo por la sunamita.
No importa lo mucho que te esfuerces, no puedes esconder tus deseos de Dios. No importa cuánto trates de negar tu propio corazón, no puedes esconderle tus anhelos a Dios. Él los conoce. Y pondrá Su mano sobre esos deseos cuando le des espacio para hacerlo a través de la oración.
«Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho».
Escrituras
Acerca de este Plan
Cuando las mujeres oran muchas cosas pueden cambiar. Descubre a través de algunos ejemplos de las mujeres de la Biblia cómo su valentía, persistencia y fe las llevó a tocar la voluntad de Dios a su favor.
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Nos gustaría agradecer a Editorial Unilit |Spanish House Ministries por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.editorialunilit.com/