Una palabra de vida

En un momento de esos en donde el temor quería apoderarse de mí, estando en un congreso de mujeres de mi congregación, empecé a plantearle al Señor todos los argumentos que tenía en mente por los cuales entendía que no podía morir, fue la única vez que intenté cuestionar a Dios al respecto y recuerdo que le decía: Señor, yo me he cuidado todo el tiempo, he comido sano, cuido mi cuerpo, no puedo entender como estoy pasando por esto ahora; y en ese mismo instante sentí en mi corazón esa voz dulce pero llena de autoridad que me dijo: Tú no vives porque te cuides mucho, porque te alimentes bien o porque nunca hayas tenido un diagnóstico negativo, tú vives por mi palabra.

No puedo explicar el sentimiento que me invadió en aquel momento, era una mezcla de arrepentimiento por haber cuestionado la soberanía de Dios y de paz al saber que pasara lo que pasara estaba en sus manos y que mi vida dependía tan solo de su Palabra.

Después de eso un día le pregunté si realmente debía entrar a cirugía o me sanaría sin necesidad de operar, porque me sentía bien y estaba convencida de que podía quitar de mi esa copa, sentí la misma voz amorosa y de autoridad que me respondió con una interrogante ¿Quién te dijo que, si yo he estado contigo hasta aquí, voy a dejar que entres sola a ese quirófano? No había más que decir, me tocaría pasar por el proceso, pero convencida de que no lo haría sola.