La MisiónMuestra
Cuando pienso en la «misión» cumplida, pienso en Jesús. Él vino, hizo lo que tenía que hacer, y se fue. No nos dejó solos, sino con su Espíritu. Pero se fue porque «la misión» ahora, es tarea nuestra, de la Iglesia. Nosotros llevamos a cabo la misión 2.0.
La parte más compleja ya fue realizada, Jesús se encargó de lo que era imposible para nosotros, la Salvación del mundo. El sacrificio puro, santo y perfecto de Dios hecho hombre. Ahora la Iglesia tiene la pequeña «misión» de hablarle al mundo de aquello que Jesús hizo por cada uno.
Y como Él es nuestro ejemplo en todo, también debe serlo en las dificultades que conlleva esa «misión» y hoy, en el último día de este devocional, quiero hablarte de lo que yo llamo «el fruto de la aflicción». Para Jesús no fue sencillo hacer lo que hizo. Tenía la única autoridad y capacidad válidas para hacerlo, pero no fue fácil. Desprenderse de su divinidad, renunciar a su poder, entregarse como inocente por todos los culpables, cargar con el pecado, que por definición, es todo lo opuesto a Dios. Se vistió de la suciedad más absoluta, del desprecio más grande, del peor de los castigos inmerecidos, por amor. Ese amor lo mantuvo en pie en su misión y ahora puede ver el fruto de su aflicción. Tú y yo somos ese fruto. Nuestras vidas rescatadas y transformadas lo son.
La Iglesia no es mayor que su Señor. Por eso también nosotros atravesamos la aflicción a menudo para cumplir «la misión». Pero el secreto para no decaer es el amor. Sólo el amor de Dios nos llevará a través del sendero y nos ayudará a enfocarnos en el fruto que resultará de nuestra aflicción: la salvación de otros. Y cuando gustemos ese fruto, nada en este mundo podrá compararse a su delicioso sabor. El sabor de la vida eterna y entonces, descansaremos aliviados, «misión» cumplida.
Acerca de este Plan
Dios obra de maneras que no podemos entender. Incluso cuando no somos capaces de ver qué está haciendo Dios, Él sigue obrando. Porque puede, pues es Dios. Nosotros somos tan antropocéntricos, que confiamos más en nuestros sentidos que en los de Él. Pero su obra se escapa de nuestras manos, de nuestro conocimiento y cuando andamos en sus caminos, nos topamos con su realidad y nuestra vida cambia para siempre.
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Nos gustaría agradecer a Iglesia Rey de Reyes por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.reydereyesad.org/