Redescubriendo a JesúsMuestra
La Gran Pregunta.
Leemos en Mateo Cap.16, versículo 13: Cuando llegó a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Queridos, en la vida, nos hacemos muchas preguntas. Algunas son muy importantes, mientras que otras son más sencillas. Algunas son trivialidades que solo nos preguntamos de vez en cuando. Pero, otras son muy importantes y nos acompañan durante gran parte de nuestra vida. Estas preguntas que son importantes, y que casi siempre están presente, y nos hacemos sobre nosotros, sobre otros, y sobre el mundo, son las que moldearan nuestra identidad y determinaran en gran medida nuestra trayectoria de vida. Entre tantas preguntan que se albergan en nuestros pensamientos, hay una que todos tenemos que responder en algún momento de nuestra vida. Yo la llamo la pregunta de Jesús.
Para algunos, esta pregunta es como un tesoro por descubrir. Otros, sin embargo, la han estado evitando durante toda su vida. Algunas personas, tratan de ir hacia ella calladamente, casi que, de puntillas, como es el caso de Nicodemo descrito en la Biblia. Mientras que otras, avanzan desesperadamente hacia ella con fuertes pisadas y con el deseo ardiente en su corazón, de que esas pisadas los lleven directamente hacia los brazos del Señor. Como es el caso de la mujer que llevaba 12 años padeciendo de flujo de sangre descrita ampliamente en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.
Para algunas personas la pregunta los coge desprevenidos y les salta encima un día cualquiera en medio de las ocupaciones diarias de la vida. Hay personas, que descubren la pregunta por medio de algún amigo que les presenta a Jesús. Otros, sin embargo, llegan a ella debido al dolor, una tragedia o el sufrimiento propios de la vida. Algunos en el umbral de la muerte quieren asegurarse una estadía en el más allá, al considerarla en sus últimos suspiros de su vida. Queridos, sospecho que la forma en que tratemos con esta pregunta en particular dirá mucho acerca de quién somos y qué valoramos.
El texto del día nos dice que Jesús iba caminando con sus discípulos en el distrito de cesárea de Filipo cuando les hizo dos preguntas. La primera fue: “según el parecer de las personas, ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Jesús no hizo esta pregunta porque no supiera bien quién era, o porque dependiera de la opinión popular de los demás para realizar su ministerio público, no. Él tenía algo más en mente, había otra pregunta en su corazón, y esta pregunta, también tiene que ver contigo, y de paso con sus discípulos en su momento. Para llegar a ella tenía primero que dejarnos saber lo que la gente de su momento pensaba acerca de Él, con el fin de que al final, tú también tomes una postura al respecto.
Los discípulos le respondieron al Señor: “unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres, Elías o Jeremías, o alguno de los profetas”. La segunda pregunta, la que estaba en lo profundo del corazón de Dios y que hizo Jesús fue: ¿Y ustedes quién dicen que soy yo? Esta pregunta sin duda alguna querido amigo, también tiene que ver contigo. Y tú ¿Quién dices qué es Jesús?
No lo que diga la Nueva Era, ni lo que piensen los intelectuales, o la opinión pública, ni mucho menos lo que discutan los racionalistas, los filósofos. Y tampoco, lo que pueda pensar en algún momento, no sólo tu esposo o esposa, sino también los detractores de Jesús, no. Esta pregunta tiene que ver con lo que tú crees en tu corazón con respecto a Jesús. Porque esta pregunta es ineludible, sobre el inevitable Jesús. Tarde o temprano, cada uno de nosotros, tendremos que responderle al Dios del Universo sobre la pregunta que Él nos hace en particular sobre Jesús.
Al margen de las tendencias de moda, al margen de nuestros prejuicios y los puntos débiles que surgen del dolor de pasadas experiencias religiosas. Y por supuesto, al margen de nuestros temores y nuestras ambiciones o pasiones que con tanta frecuencia dejamos que gobiernen nuestra vida.
La pregunta nos llevará a responder si estamos de acuerdo con Él o no. Si lo glorificamos o lo denigramos. Si lo seguimos o lo rechazamos. Si nos postramos ante Él y le damos gloria, honra, alabanza y adoración, o le damos la espalda. Pero, lo único que no podemos hacer cuando se trata de Jesús. Es ignorarlo. Pues Él es inevitable e ineludible. Él es el rey de la rectitud, Él es el Señor de las edades y Rey soberano. Ninguna medida de cantidad puede medir los límites de su amor, de Su gracia y de Su Señorío. Él es el más grande fenómeno que haya jamás haya caminado en esta tierra. Él es el salvador de los pecadores e Hijo de Dios. La pregunta que Dios nos hace es ¿Tú lo conoces?
Las huellas de Jesús se pueden encontrar en todas partes, y su impacto en el mundo ha sido enorme. Algunos de estos cambios son muy conocidos, pero hay muchos otros que la mayoría de las personas no se han detenido a considerar. Es gracias a Él y sólo gracias a Él que en el mundo hoy día, hay un Antes y un Después de Cristo. Podrás escapar de Él durante toda tu vida. Lo cierto es que, en algún momento, en un instante, a la hora menos esperada comparecerás ante Él Espero de corazón, que tu respuesta sea la misma que dio Pedro en su momento: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente".
El deseo en mi corazón y por el cual oro por ti es que el Dios Eterno sea quien te revele a Cristo en tu corazón.
¡Medita en esto!
Acerca de este Plan
El mejor momento para volver al primer amor o reavivar el fuego, la pasión, el amor por Dios es ahora mismo. Puede que estés pasando por alguna crisis de fe, o experimentado tiempos secos en tu relacion con Dios, las Escrituras aseguran que las crisis de fe son inevitables, pero no por esto deben verse como algo que nos de miedo o paralice, más bien hay que verlas como una enorme oportunidad en Dios, para redescubrir a Jesús.
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Nos gustaría agradecer a Conociendo a Dios por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://conectar.conociendoadios.net/