Cómo superar las mentiras sobre DiosMuestra

Heridas causadas por padres

A lo largo de los años, he crecido en mi comprensión respecto a quién es Dios y cuánto me ama. Pero en el pasado, luchaba mucho más. Pensaba que Dios estaba enojado, distante y obsesionado con las normas. Intelectualmente, por supuesto, sabía que Dios me amaba, pero a un nivel emocional profundo, creía mentiras que afectaban la forma en que me veía a mí mismo, cómo vivía mi vida y trataba a los demás.

Como yo, quizá hayas tenido creencias o percepciones básicas negativas sobre Dios. Sabes que Dios es amoroso, que perdona y que siempre está ahí para ti. Pero en el fondo, sientes que Dios está a menudo o siempre enfadado, caminando con una pala de madera a la espera de que metas la pata. Quizá pienses que Dios odia la diversión, que es un aguafiestas cósmico cuyas normas son inútiles e imposibles de cumplir. O tal vez pienses que creó el mundo y luego se alejó; que se desentiende y no se preocupa por tu dolor y sufrimiento.

A menudo, estas opiniones sobre Dios proceden de suposiciones que hacemos basadas en nuestras heridas, en el sufrimiento que vemos en el mundo o en experiencias negativas con quienes tienen autoridad. Quizá tu familia o tu comunidad daban más importancia a las normas que a las relaciones. Cuando no rendías como se esperaba de ti o no cumplías las normas de los demás, te juzgaban, te avergonzaban o te castigaban. Quizá tu padre era distante, se desentendía, se enfadaba rápidamente o simplemente no te dirigía muchas palabras de amor o aprobación. Cuando un progenitor, sobre todo un padre, ha estado ausente, ha sido hiriente o se ha desentendido, nuestros anhelos quedan insatisfechos y desarrollamos algo que se llama herida paterna.

A lo largo de las Escrituras, se hace referencia a Dios como nuestro Padre. Nuestra visión de Dios suele filtrarse a través de la lente de nuestro padre terrenal. Una vez oí decir al autor William Paul Young: «Tardé cincuenta años en borrar por completo el rostro de mi padre de la cara de Dios». Para bien o para mal, nuestras relaciones primarias y fundacionales marcan el rumbo de la forma en que navegamos por otras relaciones, incluida nuestra relación con Dios. La realidad es que todos tenemos «problemas con papá». Todos luchamos por ver y experimentar a Dios como realmente es. Las opiniones incorrectas sobre Dios son tóxicas para nuestro bienestar; nos impiden prosperar y experimentar una vida plena.

Señor, ¿en qué medida mi relación contigo se ha visto afectada por mi visión de mi padre terrenal? Dame claridad y perspicacia para evaluar esto.