Una Visita InesperadaMuestra

El manantial de vida eterna

Las visitas de Jesús no se limitaron a las estructuras físicas. Su plan de evangelización se centró en llegar a las personas en el lugar o en la situación en que ellos se encontraban. En Zu camino hacia Galilea, Jesús hace un desvío para ir a Samaria, ya que se había propuesto hacer una visita. Al llegar se sienta a descansar junto al pozo de Jacob. Aunque físicamente tenía sed, y estaba cansado, Su propósito era saciar la sed espiritual de otros, sin importar la raza, posición social o los pecados cometidos. No tardó mucho cuando una mujer samaritana llegó a sacar agua del pozo. El Señor Jesús rompiendo con los prejuicios que prevalecían en Su tiempo, le habla a la mujer y le pide de beber. La mujer quedó sorprendida de que un hombre siendo judío le hablara y le pidiera agua.

En muchas ocasiones nos encontramos con personas que se sienten marginadas por eventos sucedidos en sus vidas, y pueden sentirse intimidados por un gesto de amabilidad o acercamiento. Entonces es necesario que nosotros hagamos todo lo posible por presentarle a Jesús, guiados por la dirección del Espíritu Santo.

El Señor, se presenta ante ella como “Aquel” que podía darle el agua que saciaría la sed de su alma. Uno por uno los argumentos de la mujer sobre la religión, la adoración y aun su vida de pecado fueron derrumbándose. Jesús no se asombra por nuestro pasado o presente de pecado. Su interés es que le conozcamos y que seamos restaurados a la intimidad con Dios.

Ante tal realidad, la mujer samaritana abandonó su intención de sacar agua. Ella corrió a la ciudad y contó lo que le había sucedido en el pozo. Entonces vinieron los samaritanos y le pidieron a Jesús que se quedara con ellos y se quedó con ellos dos días, y ellos creyeron en Él por Sus palabras. Cuando Jesús nos visita y lo aceptamos, nuestra vida se desborda como un cántaro de agua, y no podemos evitar adorar Su nombre y expresar a otros lo que él ha hecho en nuestras vidas.

No existe nada en esta tierra que pueda hacer feliz al hombre, sino la presencia de Dios en su vida. La mayor necesidad que tiene el ser humano es Cristo mismo. Cuando aceptamos Su invitación podemos beber sin límites de la fuente que salta para vida eterna. Con Jesús tenemos un nuevo comienzo y propósito que no se limita a esta vida temporal, sino que se extiende hacia la vida eterna.