[Singularidad de Cristo] La realidad única de JesúsMuestra

Él es exaltado en todo momento

Cuando piensas en Jesús, ¿piensas en Él como humilde, manso, apacible, amoroso y cariñoso? ¿Qué tal como tu amigo? ¿Como alguien con quien siempre puedes hablar y quien siempre te ayuda?

A menudo nos enfocamos en esos atributos, en el lado humano de Jesús, pero también olvidamos el lado magnífico y divino de Jesucristo. Recuerda que Él es completamente Dios y completamente Hombre.

Entonces, mientras Jesús estaba en un pesebre, Él todavía estaba sosteniendo el universo (Hebreos 1:3). Él creció, fue tentado, caminó sobre el agua, sanó y perdonó a la gente sus pecados. Su lado humano y su lado divino siempre estuvieron ahí.

¿Por qué Jesús tenía que ser Dios? ¿Por qué Jesús tenía que ser humano? Jesús tenía que ser Dios porque necesitaba convertirse en el sacrificio perfecto por los pecados de toda la humanidad. Él tenía que ser capaz de pagar el precio por nuestros pecados. Jesús también necesitaba ser completamente humano, para poder derramar Su sangre para el perdón de nuestros pecados. Este era un requisito legal para nuestra justicia. Sin el derramamiento de sangre, no puede haber remisión del pecado (Hebreos 9:22).

Como seres humanos, imperfectos y pecadores, es posible que no podamos identificarnos con Dios, pero podemos identificarnos con la manifestación humana de Dios. Todos nosotros pasamos por el sufrimiento y necesitábamos un Salvador que también hubiera pasado verdaderamente por el sufrimiento. Saber que Jesús, como hombre, no cedió a la tentación y no cometió pecado nos muestra que Él es perfecto. A pesar de esta perfección, Él eligió soportar mucho sufrimiento durante su tiempo en la Tierra.

Es por eso que Jesús es digno de ser adorado por quién es y por lo que hizo. La Biblia está llena de ejemplos de personas rindiendo adoración a Jesús.

¡Él es el Cordero que fue inmolado y que es digno de nuestra alabanza! Él es el Hijo de Dios. Todo fue creado para Él y a través de Él. Él es humano y también es Dios. Él es digno de ser exaltado en todo momento.

Que tu experiencia de adoración y tu vida de oración te acerquen más en asombro y reverencia a nuestro sublime Salvador, Jesucristo.

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