Hacia La Transformación De La SociedadMuestra

“El reino de los cielos se ha acercado”.

¿En qué consistía este reino?
El reino que Jesús proclamó tenía dos elementos principales: un rey y las leyes de su reino.

Cuando Jesucristo comenzó a predicar, Su mensaje resonó claro y directo:
«Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 4:17).

Cristo anunció nuevos paradigmas y conceptos de cómo teníamos que relacionarnos con nuestras familias, con nuestro prójimo, con el gobierno, el trabajo, la justicia, el arte, la educación y con Dios mismo. Estos mandamientos eran una ampliación y mejora de la ley de Moisés, porque Cristo no vino a romper la ley, sino a cumplirla (Mateo 5:17).

Jesucristo en ningún momento dijo que el Reino se había establecido. “Dijo que se había acercado”. Algo que estaba lejos, ahora estaba más cerca. Indudablemente, la irrupción de Jesús en la historia, provocaría un cambio de tal magnitud, que efectivamente, esta se divide en antes y después de Cristo. Las ideas que por siglos habían echado raíces en esta nación fueron confrontadas hasta lo más profundo.

La enseñanza que Jesús compartió en playas, montes, sinagogas y aun en el templo de Jerusalén durante sus tres años de ministerio público, provocó en su entorno social un choque tan grande que sacudió todos los niveles de la sociedad judía de Su tiempo.

Los principios del Reino de los Cielos hicieron temblar años más tarde el corazón mismo del Imperio Romano. Ante esta nueva manera de pensar, que acarrearía libertad y justicia, Roma nunca más sería la misma, pues tal cambio de mentalidad influiría decisivamente en las futuras sociedades que nacieron a partir del imperio.

Venga a nosotros tu reino

La oración que Jesús les dio a Sus discípulos contiene este mismo concepto:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra (Mateo 6:9-10).

El Maestro instó a los Suyos para que pidieran al Padre en cada ruego y petición de que Su reino sea reconocido por todos los hombres como máxima autoridad, y que Sus leyes fueran aplicadas por todos, para construir una sociedad basada en Sus principios.

Nuestro compromiso, dos mil años después, debe tener el mismo enfoque y propósito.