Desde el principio hasta la eternidad: un estudio de la gran narrativa de la EscrituraMuestra

Mediante el poder del Espíritu Santo, Jesús reunió una comunidad de personas, bajo Su mandato y bendición para continuar la misión de Su reino en la Tierra.

Después de la resurrección de Jesús y antes de Su ascensión al cielo, dio a Sus discípulos la tarea de contar a las naciones las buenas nuevas y que el reino prometido había venido (Mateo 28:19-20). A través de Él, el poder del pecado había sido conquistado y un camino fue hecho para la reconciliación con Dios. Desde Judea hasta los confines de la Tierra, los discípulos de Jesús pasarían sus vidas invitando a las personas a ser parte de la comunidad del reino a través de la fe en el Rey.

Lee Hechos 2:1-21.

La misión del reino de Dios siempre incluyó a las naciones, y en Pentecostés, ¡lo vemos confirmado! Para los seguidores de Jesús, la llenura del Espíritu Santo marcó una nueva temporada del ministerio, cuando el Rey moraba de nuevo con Su pueblo. ¡Y no sólo con ellos, sino en ellos!

Los libros de la Biblia posteriores a los Hechos se dividen en dos grupos, las epístolas Paulinas y las epístolas generales. Ambos grupos proporcionan a los creyentes sabiduría, ánimo y verdad teológica para mantenerlos alineados con el Evangelio. En sus epístolas, Pablo enseñó sobre el reino de Cristo y les recordó a los creyentes lo que se requiere para acceder a la comunidad del reino de Cristo. Sus enseñanzas también ayudaron a los creyentes a entender cómo vivir como ciudadanos en el reino, quienes tienen una misión del Rey. Las epístolas generales se centran en lo que significa vivir en lealtad al Rey en los últimos días.

Veamos el pasaje en que Pablo descifra lo que significa ser parte de la comunidad del reino.

Lee 1 Corintios 12:12-31.

La comunidad del reino no es sencillamente un club social; ¡somos un grupo mundial de creyentes viviendo para cumplir la misión de nuestro Rey! Somos el templo de Dios. Él mora en nosotros mediante el Espíritu Santo y trabaja a través de nosotros en este mundo. Somos el cuerpo de Cristo, y cada uno de nosotros posee talentos dados por el Espíritu Santo para el bien común. Pero uno de los mayores obstáculos para nuestra fidelidad como grupo corporativo de creyentes es la desunión e inmadurez espiritual. Pablo lo sabía y usó muchos de sus escritos para animar a los creyentes a perseguir los frutos espirituales. Él sabía que, sin ellos, no podríamos cumplir con la misión del Rey.