El blanco perfecto

Siempre estamos expuestos a los dardos del enemigo, y en muchos de los casos, el blanco perfecto es nuestro corazón. Al enemigo de nuestras almas no le importa si estás consciente de sus planes, o si entiendes lo que está pasando o no. Él no va a avisarte, siempre tratará de adelantarse para que no tomes ventaja. Es tan astuto que no escatima esfuerzos para sacarte del juego. Pero, aunque todos somos el blanco de sus ataques, hay factores que nos ponen en alto riesgo frente a esos disparos, si no estamos apercibidos.

Uno de ellos es no conocer la Palabra de Dios. Si Su Ley no está en nuestro corazón, si no conocemos a nuestro Padre, si no sabemos nada de lo espiritual, estamos indefensos y vulnerables. Mientras menos conocemos a Dios y a Su Palabra, para él es mucho más fácil atacarnos y vencernos, y créeme que no tendrá piedad en interponerse en los planes de Dios para tu vida y si te dejas llevar, perdiste.

¿Cuántas veces asumimos que Dios falla o miente cuando algo no sucede como esperamos? Somos tan ligeros al culparlo por nuestros propios errores, que nos es muy difícil admitir que somos nosotros los que fallamos. Hoy día, los asientos de nuestros templos están llenos de corazones heridos por su pasado, por sus padres, por circunstancias. Heridas causadas por ministros y gente de la misma iglesia, que no se suponía actuaran de tal o cual manera, y esta no es más que una estrategia del enemigo para engañarnos y decepcionarnos de la fe, porque sabe que un corazón decepcionado de Dios no puede adorar.

Esta es una batalla de cada día, pues la semilla de la iniquidad nos asedia constantemente, pero cuando vivimos rendidos ante Él, Su Espíritu Santo nos ayuda a vencer por medio de Jesucristo, aunque sigamos siendo el blanco perfecto, el objetivo de los ataques de Satanás.