Una Navidad ClásicaMuestra

NO TENGAS MIEDO

A mi abuela Novotny le encantaba usar sudaderas de ángeles, eran grises con manga larga y un ángel cosido en el pecho. Todavía puedo recordar los detalles de esos ángeles: alados, con pañales y lo suficientemente fornidos como para tener un futuro riesgo de diabetes.

Pero tengo el presentimiento de que los ángeles navideños no se veían así. “Y he aquí, se les presentó [a los pastores], un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor”. (Lucas 2:9). Esos hombres adultos estaban "aterrorizados" por un solo ángel. Tengo el presentimiento de que no estaban usando un pañal.

Ese detalle me recuerda lo que sucede cuando la gloria de Dios y la pecaminosidad humana se encuentran. Cuando Dios abre la cortina y los humanos experimentamos la santidad, es aterrador. Nos caemos de cara. Escondemos nuestros ojos en la tierra. De alguna manera, instintivamente, sabemos que no somos dignos de estar de pie, de mirar, de reír.

Pero escucha el mensaje del ángel:“Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.” (Lucas 2:10-11). Gracias al Salvador que nos ha nacido, no debemos tener miedo. A pesar de nuestros pecados, no debemos temer que Dios nos castigue, nos excluya o nos condene. En cambio, podemos ponernos de pie y ver su rostro glorioso. Y podemos adorar con los ángeles.