Con Sus FuerzasMuestra

A veces Sí, y a veces No

Así somos, unos días nos sentimos los más fuertes y nuestro ánimo se desplaza por las nubes y otros días pareciera como si la debilidad se hubiera apoderado de nosotros y nuestro ánimo se desplaza por el suelo. Lo bueno es que nuestro amado Padre celestial está con nosotros en ambos escenarios.

El apóstol Pablo decía: “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Cor. 12:10 ¿En qué se basaba esa afirmación tan categórica? En que sabía que el Dios Todopoderoso le fortalecía en su debilidad. Contaba con las fuerzas del cielo para contrarrestar su propia fragilidad. En ese espacio de fe, podía verse a sí mismo en las manos del Señor y toda su debilidad se transformaba en poder de Dios.

Es maravilloso sentirnos fuertes, animados, capaces de enfrentar lo que venga porque nuestra fe nos hace andar en las alturas. ¡Qué bueno cuando nos sentimos de esa manera! Es el tiempo cuando se hace tan real para nosotros la verdad de que Dios es el que nos ciñe de poder, el que da esfuerzo al cansado, el que multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.

Hay circunstancias que parecen drenar nuestras energías, situaciones que a veces se colocan unas detrás de otras y que hacen que nos sintamos como el boxeador que recibe un golpe cuando a duras penas está intentando levantarse de la lona.

Somos humanos y en nuestras propias fuerzas es muy difícil que podamos hacer frente a las luchas de la vida. Esa es una realidad de la que tenemos que tener conciencia. Es importante que no perdamos de vista la verdad revelada de que “nadie será fuerte por su propia fuerza”, 1 Sam. 2:9Es un gran paso de avance el que miremos al cielo y reconozcamos que sólo en Cristo tenemos las fuerzas que necesitamos para seguir adelante victoriosos.

Es cierto, que a veces nos sentimos fuertes y otras no, pero es mucho más cierto que el Dios de nuestra fortaleza nunca actúa a veces sí y a veces no. Él no cambia, es constante en su amor para nosotros. Dios es nuestra fortaleza siempre, sea que estemos conscientes de ello o no. Depender de su gracia, de sus fuerzas, de su amor por nosotros es creer que nunca interrumpe su presencia en nosotros. Él siempre está con nosotros para alentarnos, animarnos, socorrernos, consolarnos.

El rey David sabía que sus fuerzas estaban en Dios y pudo proclamar con gran fe: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.” Sal. 18:1-2

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Agradecemos al pastor Jonathan Riddering por su colaboración en el diseño gráfico.