Amor y justicia de DiosMuestra

Dios es el juez

Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.


Este es un pasaje clásico sobre el perdón. José había sido profundamente agraviado por sus hermanos celosos, vendido como esclavo, transportado a una tierra extraña y hecho esclavo en la casa de un egipcio. Pasaría trece años en prisión antes de ser rescatado y elevado a primer ministro de todo Egipto.


Años más tarde, en medio de una gran hambruna, José rescata a sus hermanos, los perdona y los lleva a Egipto. Sin embargo, cuando su padre muere, están aterrorizados de que su poderoso hermano cobre su venganza. Están muertos de miedo, así que se arrojan a los pies de José y gritan: «Aquí nos tienes; somos tus esclavos» (Génesis 50:18).


La respuesta de José es clásica. «No tengan miedo —les contestó José—. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios?» (Génesis 50:19). El perdón no vendrá si tratamos de hacer el papel de Dios. Cuando somos ofendidios, inconscientemente sentimos que tenemos el derecho de juzgar, condenar, sentenciar, tomar represalias y a enjuiciar a otros.


Pero Dios, no nosotros, es el Juez de toda la Tierra. Sólo Dios tiene el derecho de juzgar y ejecutar dicha justicia. Niégate a tomar represalias. Rehúsate a tratar de hacer el papel de Dios. José continúa: «Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente» (Génesis 50:20).


Nota que José no niega las malas acciones. No las disculpa ni las aclara. «Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal». Pero no se detiene ahí. Él confía en Dios para redimir las malas acciones de sus hermanos, para tomar el daño que le fue causado y transformarlo en algo bueno.


Cuando somos perjudicados, tenemos una opción. Podemos centrarnos en lo incorrecto, lo malo y en nuestra herida. O bien, podemos creer en Dios para transformar el mal en bien, para redimir lo malo. José tomó la decisión de perdonar, la elección sanadora. Tú también puedes decidirlo. Por la gracia de Dios, tú también puedes.