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Sacúdete de la condenación

¿Alguna vez te has sentido condenado?

La condenación es el fruto de la culpa. Cuando vives abrazando la culpa, vives como alguien condenado. Pero ese sentimiento no proviene de Dios, sino del enemigo. Jesús se llevó tu culpa sobre sus hombros, te perdonó y te liberó de toda condenación eterna. 

¿Se te ha pegado la condenación por alguna mentalidad religiosa? ¿O tal vez por algún pensamiento erróneo acerca del amor de Dios y su aceptación? 

Quizás te han dicho que sólo haciendo ciertas cosas podrías ganar el favor o el amor de Dios. O tal vez te hicieron creer que no podías acercarte a Dios a no ser que cambiaras tu forma de vivir. 

Sin darnos cuenta condicionamos el perdón de Dios. Pero Jesús tomó nuestra culpa sobre sus hombros para que en este mundo no solo vivamos perdonados, sino también libres de la condenación eterna. Esto no se trata de tener una licencia para vivir como uno quiere, sino de enfocarnos en el valor eterno que Jesús pagó por nuestras vidas y vivir conforme a su voluntad.

Si tienes alguna condenación pegada a tu vida, no fue puesta por Dios, sino por el enemigo, o incluso por ti. La buena noticia es que la única condición para no ser condenado es tu fe. Así como tu mal comportamiento no te condena, ni tu bueno hace que Dios te ame más de lo que ya te ama. 

Sacúdete de la condenación, porque es un peso que no te corresponde llevar. Es un veneno que el enemigo usará para limitar tu vida. 

Tú tienes toda la autoridad del cielo para vivir libre del rechazo, la negatividad y la condenación. Toma responsabilidad, sacúdete de todo aquello que intenta morderte. El Dios que está en ti es más grande que aquél que está en este mundo. ¡Sigue avanzando y progresando, porque lo que Dios tiene para tu vida es incomparable!

Oración: Jesús, gracias por llevar nuestra culpa en tus hombros y salvarnos de la condenación a través de tu sacrificio en la cruz. Ayúdame a vivir en libertad y conforme a tu voluntad. Ayúdame a sacudir la condenación de mi vida y caminar con seguridad hacia todo lo que has preparado para mí. Amén.