El Poder Secreto De PermanecerMuestra

Después de la resurrección, dos hombres caminaban hacia Emaús cuando se encontraron con un extraño que caminaba junto a ellos. Aunque no lo reconocieron, ese extraño era Jesús, y Él les hablo de las Escrituras. Mientras se acercaban a su aldea, le "insistieron" a que se quedara con ellos por la noche. Querían más. Cuando Jesús vio su sincero deseo, permaneció con ellos. Y cuando se reclinó a la mesa para cenar con ellos, se les abrieron los ojos:

“Así que entró para quedarse con ellos. Cuando se reclino a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo, y partiéndolo, comenzó a dárselos. Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron…” (Lucas 24: 29-31).

No fue hasta que tuvieron comunión con Él que vieron quién era realmente. El reconocimiento vino cuando partió el pan. Al levantar el pan para bendecirlo y partirlo, deben haber visto las huellas de los clavos en sus manos. Se les abrieron los ojos y vieron al Señor. Es esta intimidad la que hace que la verdad bíblica cobre vida. Sin él, no hay vida (Juan 5: 39-40).

¿Tiene los ojos abiertos para poder “ver” a Jesús?