No Le Des Al Enemigo Un Lugar en Tu MesaMuestra

La invitación de Dios siempre permanece

Versículos bíblicos:

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8–9 RVA).

Devocional

¿Qué sucede si te encuentras dando al Enemigo un lugar en tu mesa, aún después de esforzarte por rechazarlo en oración y aceptar la gracia de Dios? ¿Ha terminado Dios contigo? ¿Estás descalificado de tener una relación con Dios o de servirle a Él? La respuesta sencilla es: ¡Definitivamente no! 

Cuando te arrepientes, Dios borra tus pecados. Dios te perdona y te limpia. Y Dios expulsa de tu mesa al Enemigo.

Sin embargo, aún después de confesar, dos resultados del pecado permanecen con frecuencia: culpabilidad y vergüenza. La culpabilidad es la posición de ser responsable por el pecado y de no hacer lo correcto. Eres responsable por las decisiones que tomas cuando esas decisiones no alcanzan los estándares de Dios. Por otro lado, la vergüenza es sentir que eres definido por tu pecado y tus errores. La vergüenza reconoce la culpa, pero revuelve el pecado con tu identidad. La culpabilidad dice, “He hecho algo malo.” La vergüenza dice, “Soy alguien malo.”

El camino a la libertad de ambos, la culpabilidad y la vergüenza, es la historia de la gracia de Dios. Muchos de nosotros cargamos con el peso de la culpabilidad y la vergüenza. No tiene que ser así. Podemos tener la victoria. La gracia destruye la vergüenza. A través de la obra de Jesús en la cruz, la gracia de Dios cancela la culpabilidad espiritual y te da libertad. Puedes entrar a esa obra de gracia a través del arrepentimiento. Arrepentirse no es algo negativo. Abre la puerta a través de la cual Dios viene hacia ti y hace por ti lo que ninguno de nosotros podemos hacer por nosotros mismos.

Dios tomó nuestra culpabilidad y la colocó sobre su Hijo justo, inocente y dispuesto. Luego tomó la inocencia y la justicia de su Hijo y las ofreció a nosotros. La culpabilidad de todos quienes se arrepientan es tomada por Jesús. Eres una nueva creación. Si pecas como cristiano, confiesa tu pecado y Su perdón limpiará tu relación con Dios. Por la cruz, ya eres perdonado.

La gracia cancela nuestra culpa y vergüenza y también nos redefine a ti y a mí de “fracaso” a “familia.” Jesús quiere definirte por sus cicatrices. Por su sacrificio, tú eres un hijo, una hija de Dios. Eres un beneficiario, una beneficiaria, del amor extravagante de Dios. Corre hacia Jesús y niégale al Enemigo un lugar en tu mesa.

Aún cuando somos infieles, Dios es fiel. Si has regresado a una vieja manera de vivir, si has vuelto al pecado y te estás escondiendo de Dios, su invitación a una relación restaurada aún sigue en pie. Jesús nos restaura, elimina la culpa y la vergüenza, y nos recuerda nuestra identidad de amigos y miembros de la familia del Dios Todopoderoso. ¿Lo amas? Si tu respuesta es sí, Jesús procederá con tu restauración. El Enemigo quiere que quites tu mirada de Dios. Pero si volteas al Señor, tu rostro reflejará la luz y el amor de Cristo y nunca serás avergonzado. Jesús dice que eres perdonado. ¿Aceptas su verdad?  

Responde

¿De qué culpabilidad necesitas arrepentirte? ¿De qué manera te trae libertad este arrepentimiento?

¿Cómo te ve Jesús? ¿De qué manera afecta cómo te ves a ti mismo?

¿Cómo puede la libertad que trae el perdón, reflejar el amor de Cristo a quienes están batallando con la culpabilidad y la vergüenza?