Un Lugar en La MesaMuestra

¡Hoy voy a comer a tu casa!

¿Te imaginas escuchar estas palabras de Jesús mientras te mira fijamente? 

Esa misma mirada que pocos sobre la tierra tuvieron el privilegio de contemplar. 

¿Qué harías? 

¿Cuál sería tu primera reacción? 

Seguramente de inmediato correrías a preparar todo, quizá comiences por recoger la ropa  tendida en tu patio trasero. Después de haber hecho esto, probablemente elijas la mejor vajilla de tu cocina. Seguido comenzarías a limpiar tu comedor principal para recibir a Jesús. 

Después de haber hecho todo esto, pasaríamos a la pregunta más difícil: ¿Qué le daremos de comer a Jesús? Quizás lo primero en tu mente será preparar tu platillo favorito. Pero de inmediato te invadirá la duda al preguntarte si le gustará lo mismo que a ti o no.

Al imaginar esta escena en mi cabeza se vienen múltiples pensamientos; el primero de ellos es el siguiente. 

Jesús no busca una comida rica, acompañada del mejor postre o de una bebida refrescante. 

Jesús anhela encontrar nuestra casa en orden; y no necesariamente nuestra casa física, sino nuestra casa espiritual; es decir, nuestra vida. 

Como parte de esto viene mi primer pregunta, ¿Se encuentra mi vida en orden para recibir a Jesús en ella, abriéndole la puerta a escudriñar y hallar en ella un hogar para que Él habite?

El segundo pensamiento que viene a mi mente es el siguiente, ¿Realmente a Jesús le apetece comer nuestra receta secreta de lasaña o nuestro rico pozole? ¿O será más bien que Jesús se agrada de un corazón contrito y humillado, el cual busca hacer Su voluntad en cada momento?

¿Será que Jesús solamente quiere pasar un momento contigo mientras le correspondes en obediencia y en humildad? 

Te invito a meditar en esto mientras escudriñamos lo que Dios tiene para nosotros hoy en Su palabra.