Amor es una Persona Muestra

Amor es un Puente 

“El amor no es grosero ni egoísta. No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho.” 1 Corintios 13:5 TLA

¿Estar irritado es una señal de no ser amoroso? ¡Wow! El amor de Dios es un estándar fuerte. 

La irritación puede ser vista en nuestro lenguaje corporal y se cuela por nuestras actitudes, pero la irritación es más deslumbradora en nuestras palabras. Una irritación es un detonante, una alarma de luz-roja diciéndonos que acoplamos el poder del Espíritu de autocontrol para tomar las riendas de nuestras palabras ásperas. El amor elige no darle importancia a lo que nos molestas.  

La ofensa es una emoción más fuerte—una irritación que se ha hecho profunda y ha creado raíces. Tristemente, la mayoría de las ofensas ocurren en nuestras relaciones más cercanas. Palabras dolorosas son dichas, acciones ásperas son tomadas y la ofensa es la piedra que decides levantar y cargar, hiriendo tu corazón y dañando tu relación. 

Nuestras heridas usualmente tienen una cara y allí es donde dirigimos nuestra ira. Necesitamos algo tangible, alguien a quien podamos ver y hacia quién dirigir nuestra ofensa y decepción. Repetimos las ofensas y ensayamos las heridas en nuestra mente, preguntándonos si pudiéramos haber dicho o hecho algo diferentemente. Nos quedamos atrapados en un círculo vicioso de patrón de pensamientos que siempre nos trae de regreso al momento de la ofensa —nuestra mente y pensamientos consumidos con cosas que ya pasaron y no pueden ser cambiadas. No podemos hacer sentido de ello, así que tratamos de razonar a través del dolor y nos imaginamos nuestro camino a la justicia. Pero el razonar no acabará con el dolor. Nuestra ofensa se hace más profunda, a menudo llevándonos a un espiral de amargura. 

La amargura y el resentimiento están desenfrenados en nuestro mundo donde las opiniones se han convertido en líneas divisorias en lugar de espacios abiertos a la discusión. Hemos perdido la habilidad de respetar cualquier punto de vista que no sea el nuestro. 

¿Cómo podemos desprendernos de nuestras ofensas y amar a los que nos han herido? 

La única forma de ser librados de cualquier ofensa es en traerla a la luz al reconocer el incidente y nombrarlo. Entonces libera tus cargas al soltar esas piedras pesadas, y debilitantes en las manos de Dios como un acto de tu fe en Él. Recuerda, Él no está ciego acerca de lo ocurrido la justicia está en sus manos y en su tiempo. Pídele a Dios que reemplace el dolor de tus heridas del pasado con su presencia sanadora. Recibe su amor en intercambio a tu dolor. 

Las ofensas causan separación, pero el amor es un puente. El amor mantiene a Jesús en la mesa con su traidor. Amor lavó sus pies. (Juan 13) 

Perdonar las irritaciones y ofensas es una práctica que tendremos que implementar una y otra vez porque el perdón verdadero raramente ocurre inmediatamente. Pero el amor siempre está aquí —Dios con nosotros. 

Conforme la cara de tu ofensa viene a la mente, pregúntate a ti mismo cómo ve Dios a tu ofensor. Una pregunta simple, pero efectiva que me ha ayudado cuando he sido herida es: ¿Quisiera yo que esa persona viva una eternidad separada del Amor? Imaginarme a mí misma con aquellos en el Paraíso me ayuda a encontrar compasión y me cambia el corazón. Los recuerdos dolorosos permanecen, pero ya no tienen poder sobre mí. 

Invita al Espíritu Santo en tu corazón y mente mientras rezas, “Dios, así como Tú perdonaste a los que Te traicionaron, Te escupieron, y Te enviaron a tu muerte, Te pido que perdones a la persona que me hirió. Tal vez ni sepa la profundidad de dolor que esto me causó. Por favor comienza una obra de perdón en mi para sanar la herida y ofensa que hay en mi corazón. Renueva mi mente mientras yo me enfoco en Ti en lugar de mi dolor. Gracias por tu gran amor por mí.”  

Quien fomenta el amor cubre la ofensa...” proverbios 17:9 NVI