Acepté la invitación

Un día mientras me encontraba en mi habitación, fijé la mirada en una rosa que me habían obsequiado ya pasado los días la flor estaba marchita. En ese momento le digo a Dios: "si tienes un propósito en mi vida, haz que la rosa vuelva a su estado normal". Al día siguiente, al despertar observó que la flor había vuelto a su estado normal y aún más resplandeciente. Fue un suceso que marcó mi vida por completo, esto causó en mi un interés de buscar a Dios. Pasado varios meses mi abuelita me dice: "vamos para la iglesia nueva que abrieron a menos de cinco minutos de aquí, se refería de donde vivíamos para ese entonces". Acepté la invitación de ir, y no sabía que ese día Dios lo diseñó para transformar, restaurar, cambiar mi corazón y vida por completo con su gran amor y misericordia. Recuerdo como si fuera ayer estás palabras que el Señor me dijo Salmos 27:10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá. Fue en ese momento que entendí que todo lo que había pasado en mi vida,  aunque me sentía sola, triste, vacía y sin un consuelo; ÉL siempre estuvo ahí guardandome, cuidándome y librandome aún de la muerte. No me pude contener, mis lágrimas bajaban sin saber el porque. Lo único que sentía era un amor y ese abrazo que tanto anhelaba en mi vida recibir. No quería que ese día se acabará, fue en ese entonces que decidí aceptar a aquel que murió y resucitó al tercer día por mis pecados y vivir para ÉL.
 

¡SOLO DIOS HACE AL HOMBRE FELIZ!