Los Cambios Del Dios Que No CambiaMuestra

Cambios que bendicen

En el libro de Juan, en el capítulo 9 encontramos la narración de la sanidad de un ciego. Este es aquel a quien Jesús le dio la vista haciendo uso de un lodo que Él mismo preparó con su saliva. Habiendo recibido instrucciones de Jesús, se fue al estanque de Siloé, que interesantemente significa “Enviado” y se lavó sus ojos.

Cuando el hombre ciego de nacimiento fue sanado, los fariseos molestos por lo que había ocurrido, cosa difícil de entender, comenzaron a interrogarle. Querían saber con lujo de detalles lo que había ocurrido, y aun cuando el hombre les explicaba su experiencia, seguían molestos pareciéndoles increíble lo que había sucedido.

Este hombre contestó muy bien, el milagro que había recibido parecía haber alumbrado también su entendimiento, por lo que pudo decir estas sabias palabras: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.” El milagro recibido era más que suficiente para convencer a este hombre de que, quien le había sanado, provenía de Dios. 

Qué reconfortante es saber que Dios quiere obrar en nuestras vidas cambiando aquello que necesita ser cambiado. Él interviene desde los cielos y actúa por puro amor para que nuestro lamento sea cambiado en baile y nuestra tristeza en alegría. Es fácil imaginar la alegría del corazón de ese hombre, que había sido ciego de nacimiento, una alegría que no pudieron empañar las preguntas malintencionadas de los religiosos. 

Nuestro Dios inmutable produce cambios que bendicen nuestras vidas. Una vida nueva que comenzó cuando nos salvó por medio de la fe en el sacrificio de su Hijo en la cruz. En ese momento nuestros ojos fueron abiertos para verle y conocerle. Allí comenzaron cambios importantísimos en nuestras vidas y por el Espíritu Santo somos transformados de gloria en gloria.

Gracias, Señor por apiadarte de nuestra ceguera espiritual y darnos la vista. Gracias porque Cristo, el Enviado, nos salvó y nos dio su Espíritu Santo para que podamos ser transformados a tu imagen. Gracias por tanto amor y tanta misericordia.