Me Divorcié y Ahora ¿Qué?Muestra

¿Odiar o perdonar?

Llegó el momento de poner un punto final a la relación y lo tuve que aceptar. Con ese final iba arrastrando todo el dolor de esa experiencia traumática. Tenía dos opciones: llenarme de odio y resentimiento o perdonar las fallas del hombre que una vez me prometió amor para toda la vida. Entonces pensé en Jesús y en el momento en que dijo que perdonaba porque no sabían lo que le estaban haciendo. Estoy segura de que el que fue mi esposo no tenía idea del daño tan grande que causaba a mi corazón. Incluso, lo hacía producto de las heridas no sanadas de su pasado. Quizás en el fondo no quería lastimarme. Claro, eso no justifica el maltrato. 

¿Para qué odiar? El odio es un veneno que nos daña el alma y el corazón, pero también afecta a los que nos rodean. Quizás al que menos daño le hace es a la persona odiada porque lo más probable es que esa persona ya restableció su vida y le importa muy poco lo que hagas con la tuya. Entonces odiar es perder el tiempo y gastar energías en alguien que realmente no vale la pena.

¿Para qué perdonar? Desde el día que me divorcié yo le entregué una carta al que fue mi esposo perdonándolo y también pidiéndole perdón porque en una relación la responsabilidad es compartida. Ambos somos humanos y fallamos. Lo hice porque es un mandato bíblico y porque quería ser libre de todo resentimiento y dolor. Deseaba soltar al que fue mi esposo y no mantenerlo atado a mí a causa del odio y la amargura. Yo sabía que agradaría el corazón del Señor porque una vez perdonamos, él nos perdona a nosotros nuestras faltas. Así que esa carta y otra que le entregué después me hicieron libre. Tal vez no tienes que escribir una carta, tú situación puede ser distinta, pero busca la forma de perdonar. Dios quiere que nuestros corazones estén sanos y el primer paso para nuestra sanidad es el perdón.