La vida profundamente formadaMuestra

“Ritmos contemplativos”

En estos devocionales exploraremos cinco valores en los cuales necesitamos estar profundamente formados: (1) Ritmos contemplativos; (2) Reconciliación racial; (3) Examen interior; (4) Plenitud sexual; y (5) Presencia misionera. 

Primero, en nuestros días actuales, a pesar de la crisis por el apuro, la distracción, y la espiritualidad superficial, necesitamos saber que hay una forma de vida que ha sido ensayada y probada a través de los siglos. Es la forma de la vida contemplativa, aislada en quietud.

La Biblia está repleta de ejemplos de gente que vivió una vida moldeada por el aislamiento, en silencio y por una espiritualidad calmada. Consideremos hoy a Jesús.

Nuestro Señor no puede ser verdaderamente comprendido si lo apartamos de su profundo compromiso con un tipo de vida aislada. Jesús fue regularmente activo en predicar, sanar, echar fuera demonios y mucho más; pero su vida se contradeciría a sí misma sin las largas horas invertidas con el Padre en silencio y en soledad. Se podría considerar el hecho de que Jesús, siendo completamente humano, fue capaz de vivir la vida que vivió debido al constante tiempo energía dedicada a estar a solas con el Padre en oración.

Una y otra vez en los Evangelios, Jesús transmite el poder de Dios, y luego regresa para entrar en comunión con el Dios desde el cual fluye ese poder.

¿No es eso lo que tu anhelas? ¿No estás cansado de vivir a un ritmo que distorsiona la belleza, paz y gozo? El ritmo de velocidad con el que vivimos ejerce violencia contra nuestras almas. Las distracciones internas y externas minimizan la capacidad de ver la actividad de Dios alrededor y dentro de nosotros.

Aun así, Dios está comprometido con nuestra transformación. No solo tiene el propósito de mejorar nuestras vidas, sino que quiere infundirlas con su vida. Cada día, él se acerca a nosotros en amor, aproximándose, buscandonos, y requiriendo que prestemos atención. Esta es la esencia de los ritmos contemplativos, la meta de vivir una vida aislada en quietud ante Dios. 

Debemos entender la forma de ser de Dios, esto es, tenemos que salir, pero volver a entrar de otra manera. Como dijo el apóstol Pablo, estamos invitados a “vivir por el Espíritu y no a seguir los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). 

Encuentra un lugar tranquilo y quédate a solas por un mínimo de una hora, invierte ese tiempo en oración silenciosa y escuchando a Dios.