Un padre, un hijo y una montaña

Cuando el niño Isaac era joven, Dios hizo una gran petición a su padre Abraham. Le pidió que llevara a su hijo a una montaña y que lo sacrificara. Lo increíble de la historia es que Abraham le obedeció: preparó todo para el sacrificio, llevó su hijo a la montaña y lo ató al altar. Pero la historia no termina con la muerte de Isaac. Cuando Abraham levantó el cuchillo para sacrificar a su hijo, Dios le detuvo la mano y proveyó un animal para sacrificar en lugar de su hijo. En la montaña, el hijo fue obediente a su padre. También, en esta montaña, un ser fue sacrificado como sustituto por aquel que fue destinado a morir.

¿Por qué pediría Dios a Abraham que sacrificara a su hijo? Era una prueba de su amor. Dios le estaba haciendo escoger: si obedecería a Dios o si amaría más a su hijo. Igual que con Abraham, Dios quiere que lo amemos más que todo. E igual que con Abraham, siempre hay algo que lucha por tomar el lugar de Dios en el centro de nuestro corazón. Dios, en su gracia, no nos deja con nuestros ídolos, sino que pelea por nuestro corazón para que aprendamos a amarlo más que a todo lo demás.

Cuando vemos el amor y la entrega que Dios desea que le tengamos, nos damos cuenta de que, por más que lo intentamos, no amamos ni obedecemos a Dios como deberíamos. Esto se llama idolatría y, por esto, merecemos la muerte. Pero, así como hubo salvación para Isaac, hay salvación para nosotros también, porque, muchos años después de Abraham e Isaac, otro Padre llevó su Hijo a otra montaña que se llamaba Gólgota . Allí, la mano del Padre no fue detenida, y el Hijo fue sacrificado. También, en esta montaña, había un sacrificio sustituido: Jesús, el Cordero de Dios, fue sacrificado en nuestro lugar. Así que, a pesar de nuestra rebeldía e idolatría, por el sacrificio de Jesús, nosotros podemos llegar a ser hijos e hijas de Dios, perdonados y aceptados por Él.

Jesús fue el Hijo obediente que, voluntariamente, fue sacrificado por su Padre en la montaña para salvar al mundo. Jesús es el mejor Isaac.  

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