Esto es un avivamiento - Generación 12Muestra

Ven y lléname

Este momento en la historia marcó para siempre el curso del mundo. 

Jesús les dijo: “Vayan a Jerusalén y quédense allí” .En el momento previo a la ascensión de Jesús, sus discípulos reciben una instrucción y la promesa de que el Espíritu Santo vendría sobre ellos, pero solo cuando estuvieran en el lugar correcto. 

¿Te has preguntado cuántas veces has anhelado estar lleno del Espíritu Santo al estar en el lugar incorrecto? Es inevitable no preguntarse: ¿Por qué Jerusalén? ¿Por qué no en otro lugar? Uno menos peligroso para ellos, más cómodo, más accesible a otros territorios. ¿Sabes? Más que un lugar o nuestro sacrificio, Dios busca nuestro corazón obediente. No se trataba solo ir a Jerusalén. Se trataba de esperar, quedarse quietos allí y, en ese momento, verían la promesa cumplirse. Quizás, tuvieron momentos de duda, pero ellos fueron fieles, y es la fidelidad y la obediencia lo que atrae la presencia del Espíritu Santo. Hoy, tú puedes tomar la decisión de hacer de tu vida, de tu casa un “aposento alto”. Puedes estar quieto en la presencia de Dios anhelando estar lleno de Él. Quizás, llegó un momento de desesperación, pero ellos sabían que era riesgoso salir a las calles solos, así que comenzaron a clamar en quietud, en obediencia y juntos, “unánimes”, es decir, no solo en el mismo lugar, sino en la misma frecuencia, un solo clamor: “Ven y llénanos”, “ven promesa del cielo que nos da la certeza de que nunca estaremos solos”, “ven fuego abrasador que enciende nuestros corazones y quita nuestros pecados”. 

Y ese clamor desató el primer gran avivamiento como viento recio y dio un nuevo lenguaje, un nuevo denuedo para predicar, y ese fue el inicio de la iglesia cristiana, cuyo único Pastor es el Señor de Señores, el alfa y el omega, el principio y el fin. 

Podemos hacer mucho más estando quietos en la presencia de Dios y siendo llenos de Él que en las muchas actividades que podamos hacer en Su nombre. 

Te invitamos a que hagas esta corta oración con nosotros: “Espíritu Santo, enciende mi corazón; que en mí crezca el anhelo por hacer solamente tu voluntad. Lléname para ir a sanar a los quebrantados de corazón, a liberar a los cautivos y dar vista a los ciegos, en el poderoso nombre de Jesús. Amén”.