Reflexiones ¡de Película! en AISLAMIENTOMuestra

   MILAGROS INESPERADOS  

  John Coffey es un enorme hombre de piel oscura, que si no fuera por su mirada simple y hasta inocente, supondría ser una de las personas más despiadadas y crueles del mundo, por su sola contextura física.
Él ha sido sentenciado a pena de muerte por presunta violación y asesinato de dos niñas, a quienes encontraron en sus brazos frente a un lago en una zona rural.
Extrañamente, este grandulote nunca generó problemas ni disturbios en la cárcel, aún teniendo la posibilidad de arremeter contra los guardias por su ventaja muscular. Incluso hubiese podido escapar, y hasta le ofrecieron salir en forma clandestina, pero no aceptó.
Es que la sentencia de John era interna… él ya no quería vivir. No porque fuera un hombre depresivo; sino porque le pesaban demasiado las injusticias de la vida. Le angustiaba profundamente percibir en los hombres la maldad e insolencia con que viven; la impiedad y perversión a la que siempre hay que estar expuesto sin poder hacer nada al respecto.
Salvando las distancias, sufría las mismas angustias del apóstol Pablo, que habiendo conocido la grandeza de Dios, siendo un gran instrumento para ayudar a otros, y experimentando toda clase de milagros inesperados, llegaba a la conclusión que la realización máxima del ser humano estaba en el cielo, donde finalmente podría disfrutar de la verdadera plenitud divina.
Por eso, es que Dios cada tanto nos pone duras pruebas en el camino, para recordarnos una y otra vez que lo mejor no está aquí, sino por venir.