Reflexiones ¡de Película! de CUARENTENAMuestra

    2012

Un equipo de geofísicos encabezados por el Dr. Adrian Helmsley está investigando el efecto de la radiación solar en la Tierra, por lo que descubren que el calor en el núcleo terrestre está aumentando. Ante esto, se advierte al Presidente de los Estados Unidos que la corteza de la tierra puede volverse inestable y que deberían reclutar a un minúsculo grupo de sobrevivientes para continuar con la raza humana en caso de que el planeta esté llegando a su fin. 

Sin haber conexión alguna, el escritor Curtis Jackson también tropieza con la misma información que están manejando los geofísicos y, de esta manera, tanto unos como otros, harán lo imposible por ingresar en unas arcas de refugio creadas para salvar a unos pocos, bajo un escenario de erupciones volcánicas y terremotos colosales que van causando estragos mundiales. 

Estamos acostumbrados a que, de tanto en tanto, la sociedad se envuelva en nuevas psicosis de espanto ante la realidad que la tierra, en algún momento, será destruida (ya sea por causa de un desastre natural que acontezca o por una fecha predicha). 

En el año 1999, la suposición dictaba que todo terminaría el 31 de Diciembre. Y, en este film, el colapso es descifrado mediante el calendario maya y las profecías de Nostradamus... y así podríamos seguir enumerando predicciones fatalistas. 

La Biblia habla claramente acerca del fin del mundo; esta asegura que, en algún momento, efectivamente sucederá, pero su fecha es un misterio que solo Dios sabe y se reserva para sí mismo. Así pues, todo día o año que se proponga como hipótesis del fin no deja de ser una simple suposición humana que quizás persiga el deseo de generar caos social o, simplemente, un espacio mediático que le permita al agorero de turno hacerse famoso por un tiempo. 

De todas maneras, si en algo nos ayuda la película, es a dar rienda suelta a nuestra imaginación y, de alguna manera, poder recrear con anticipación lo profetizado por el apóstol Pedro tantos siglos antes, así como a recordar también la maravillosa promesa de que quien haya creído en Jesucristo no pasará por tal desastre espantoso sino que, anticipadamente, estará seguro junto a Dios.