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El aparecer del Señor a Pablo

No importa el título ministerial que nos pongamos, la imagen que se tiene es la que gobierna nuestro corazón. No importa si nos llamamos cristianos, creyentes, que somos más que vencedores, no importa si decimos que somos redimidos; si una naturaleza gobierna el corazón, es la que produce la imagen que traemos. 

La expresión o manifestación que brote desde nuestro corazón no se trata de palabras, se trata de una naturaleza que gobierna. Es importante entender este aspecto, porque como cuerpo de Cristo o iglesia, debemos preguntarnos qué imagen traemos. No de qué imagen hablamos ni qué imagen anunciamos o qué imagen predicamos, sino qué imagen traemos. Esa imagen implica la sustancia y naturaleza de Cristo. Si esa es la imagen que traemos entonces debe haber evidencia de transformación primeramente, en nuestros corazones y, en segundo lugar, de todo aquello que está a nuestro alrededor. 

Saulo de Tarso perseguía a la iglesia del Señor y la asolaba. Este hombre en sí mismo estaba convencido de que servía a su Dios. Eso tenía en mente, era lo que estaba en su corazón. Pero fue solamente hasta que el Señor apareció en su corazón que se dio cuenta, que el Señor al que le servía, no era el Señor que se le había aparecido. El primer efecto que produce la luz en el corazón es un contraste que implica que, cuando la luz empieza a brillar en nuestro corazón, nos damos cuenta de cuan densa es la oscuridad, mientras esa luz no brilla todo nos parece muy bien. El asunto es que la luz brille y que podamos verla brillar, entonces el contraste se hace evidente. Esto fue lo que le sucedió a este hombre. Estaba convencido de que servía a su Dios, pero cuando se le aparece el Señor, queda desnudo. Empieza a ver en primer lugar su real condición en el corazón, pero además de parte de Dios recibe la esencia y la razón por la cual es escogido y atraído por Dios. 

Dios le dice que se levante porque para eso se ha «aparecido» a él. Esta palabra «aparecido», significa ver, como una inspección muy ferviente y continua que empieza a acontecer en su interior, se trata de un ver internamente no de un ver externo. Una experiencia que empieza a ser real en el corazón. Lo primero que hace el Señor, es aparecerse a Pablo.