IMPACIENCIA

Después de hacer un trabajo espiritual difícil para vadear el mar de preguntas y encontrar claridad en la verdad de Dios, esperé. Y esperé. Comencé a impacientarme con el tiempo de Dios.

Ahora me estaba moviendo de la depresión sin ambición y volví a mi personalidad habitual orientada a objetivos. ¿Qué mejor objetivo podría tener que averiguar cómo tener un bebé? Si hubiera una manera de resolver el problema del embarazo a través de la lógica, la investigación, la ciencia o la simple creatividad, ¡lo encontraría!

Me parecía mucho a Abraham en el Antiguo Testamento. Dios le promete innumerables descendientes, pero cuando el cumplimiento de esa promesa parece imposible, Abraham toma el asunto en sus propias manos. Duerme con su sirviente y tiene un hijo a través de ella en un intento de continuar con su línea familiar (Gen. 16). Tomar la iniciativa parece ser un rasgo positivo del carácter, a menos que lo usemos para forzar nuestra versión de lo que creemos que debería ser la voluntad de Dios, en lugar de esperar su tiempo.

Esta espera no es sin propósito. Nos recuerda la historia del alfarero y el barro en Jeremías 18. Hay una sola manera para que una buena creación se convierta en una mejor. Debe ser completamente destruida, lanzada violentamente en la rueda una vez más, y luego moldead cuidadosamente en la hermosa obra maestra que el artista tiene en mente. El proceso es doloroso, y es difícil no enfocarse en la pérdida, porque no podemos ver el resultado final que Dios tiene en mente. A veces, el proceso de transformación de pena y espera es la única forma en que podemos llegar a ser lo que Dios quiere que seamos. La transformación lleva tiempo, y solo Dios sabe cuánto tiempo.