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¿Cuando eras niño alguna vez te compraron un juguete con el que estabas muy emocionado de jugar? ¿Pero tan pronto como lo abriste, perdiste el entusiasmo porque no venía con las baterías necesarias para que funcionara? La buena noticia es que los regalos de Dios no son así. Los regalos que Él nos da se pueden experimentar de inmediato, en cualquier momento y en cualquier lugar. La calma del agua cuando estamos estresados, el calor del sol para iluminar nuestro estado de ánimo, lo reconfortante de un abrazo cuando estamos tristes o asustados: los regalos de Dios nos rodean y están disponibles para nosotros cuando los necesitemos. Hoy, sal por la puerta de tu casa y presta atención a las imágenes y sonidos que te rodean. Reflexiona sobre dónde ves o escuchas los regalos de Dios a tu alrededor.