Serie Gracia, Simple y Profunda - La Gracia y El EvangelioMuestra

La rectitud a través de la fe

Hay una manera de estar bien con Dios, que es diferente de las obras de obediencia a la ley. Crecí creyendo en Dios y que Jesús murió en la cruz, aunque realmente no entendía cómo encajaba todo o lo que significaba para mí. Pero sabía que quería hacer cosas buenas para ganarme un lugar con Dios. Y lo bueno de eso, es que es fácil compararte con la mayoría de creyentes. Pensaba: «Nunca he estado en prisión. ¡Eso es genial! ¡Lo he logrado, ya estoy en el lado bueno!» Es fácil compararse con algunas de las peores historias, pero ¿es eso realmente lo que Dios quiere que nos comparemos?

Pablo dice: La justicia es dada por la fe en Jesucristo, a todos los que creen. Esa es una trayectoria bastante diferente. Ya no es por obediencia u obras de la ley, que nos ponemos en una posición correcta con Dios. Hay una nueva manera que se ha revelado, y es, poner mi fe en Jesús; creer en Él. La fe, es poner el peso de tu vida en algo en lo que crees y confías. Pablo dice que por ahora, en este tiempo y época, hay una nueva manera de estar delante de Dios en rectitud, y es a través de la fe. La justicia con Dios no se gana.

Pablo expresa que: Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios. Eso es parte del camino romano y donde comenzamos a explicar el evangelio. Es un excelente lugar para comenzar. Todos nosotros hemos fallado. No hay nadie que pueda ganar a su manera. Nadie va a ser justificado por la ley porque el estándar no se compara con los que están en prisión, el patrón de comparación es la justicia de Jesús, que es perfecta todo el tiempo. ¿Cuántos hacen y obedecen la ley todo el tiempo? La respuesta de Pablo es nadie; nadie, nunca.

Somos «justificados libremente por su gracia». Ser justificado, declara a una persona justa. Tenemos a Dios como juez y a Jesús como nuestro abogado. Jesús pagó todo, para comprar la gracia. Podemos hablar sobre lo gratuito de la gracia, pero es el regalo más caro que se haya comprado. Es increíblemente costoso. Dios no compró su regalo de gracia con oro o joyas. Él lo compró, entregando a su único Hijo a una muerte terrible. Dios mira a Jesús y dice: «porque has pagado todo, nada se ha perdido; y como esta persona, aunque pecadora, depositó su fe en Ti, entonces declaro que es justo». Lo que aprendemos, es que la gracia es el obsequio más caro, pero que se da gratuitamente a quien pone su fe en Jesús.